Con su permiso
Niebla en el canal
Entre las brumas, la voz de un aspirante a dictador y aquí cerca los pasos de una élite política que se retratará para bien o para mal. Que está empezando ya a retratarse
Dicen algunos analistas que escucha Belén en la radio que lo de Trump es una maniobra de gran estratega negociador para lograr sus objetivos por la vía de acojonar al personal. Otros pendulan hacia el lado de la matonería insensata, de chulo de colegio, y ubican al nuevo rey del mundo en el lado oscuro de los sátrapas manipuladores con vocación de gran dictador. Entre uno y otro extremo, Belén constata una realidad que no tiene ni discusión ni marcha atrás: el tipo está decidido a ejercer su poder de forma absoluta, global e imparable. Y lo entiende de la misma forma que ha entendido toda su vida la ejecución profesional de poderoso y rico empresario que ejercía su superioridad sobre miles de personas, o sea, sin aceptar que yerra y sin reconocer otras miradas que la propia.
No encuentra Belén en las reacciones al crimen global de los aranceles ni una sola nota de apoyo ni siquiera comprensión en lo que lee y escucha. Nadie en un mundo conmocionado por esta enmienda a la totalidad al comercio mundial aplaude o justifica una decisión que no es que vaya a cambiar las reglas de juego, es que directamente borra el campo. Y al hacerlo desaparece también su propio terreno, el de unos Estados Unidos de América que levantando estas fronteras comerciales se han pegado un tiro en el pie. «Niebla en el Canal, el continente ha quedado aislado», titulaba sus partes meteorológicos en los años treinta el Daily Mail cuando la bruma cerraba las rutas comerciales hacia el Reino Unido. Belén está convencida de que hoy Trump lee el mundo de la misma forma pero sin el menor atisbo de ironía británica. Estados Unidos le levanta al comercio mundial un muro aún más alto que el antiinmigración porque su presidente cree que ese es el verdadero camino para ajustar las cifras de su economía. Muros en un mundo global. Niebla en el canal en un comercio internacional que hace tiempo no transita por caminos de tierra mar o aire. A Belén le parece que Trump no tiene una noción del mundo lúcida o moderna. Que en realidad es un analfabeto funcional que no sabe leer lo que tiene delante y cuya consideración de las relaciones entre países y personas está más cerca del siglo XIX que del XXI en que le ha tocado vivir. Es el matón del prostíbulo del Oeste, el abusón que aplica su propia idea de justicia sobre todo el pueblo al que tiene atemorizado. En tiempos de la Inteligencia Artificial, impulsado y aplaudido por los creadores del nuevo poder oculto, los tecnológicos de los algoritmos, aplica remedios de corte tosco e irracional, completamente alejados de la realidad de un globalismo económico que hace tiempo borró los mapas de territorio y cultura. Es tan burdo todo, tan primitivo, que Belén se esfuerza en buscar una razón, en encontrar una respuesta a la pregunta de cuál es la razón verdadera para aplicar semejante despropósito. En esa búsqueda recorre con mente abierta y ganas de entender los medios de comunicación que tiene a su alcance y alguna persona algo más puesta en cosas del mundo y la política y sigue sin encontrar quien le dé razones que expliquen la locura. En esa búsqueda ha constatado la unanimidad mundial en el temor y la crítica a la tormenta perfecta que ha desatado Trump. Recesión, paro, guerra es lo que más se repite, y hasta dentro del propio Partido Republicano del que fue candidato empiezan a escucharse sonidos de inquietud y voces que discrepan. Tiene que haber algo. Han de existir razones que expliquen semejante desafuero. Pero no. Ni siquiera los más sesudos analistas, los que combinan con el rigor del conocimiento los conceptos y las medidas de la cosa económica son capaces de explicarlo. O al menos a los ojos y las entendederas de Belén que se sitúa en la media de la ciudadanía atenta y concienciada. Pero en este caso estupefacta. Y temerosa. Recesión, paro, guerra. ¿Es lo que nos espera?
Dicen los más optimistas, Pedro Sánchez entre ellos, no va a desaprovechar la ocasión para vender su propia mercancía, que de ésta vamos a salir reforzados, que, como en la Covid, nos uniremos para afrontar juntos la nueva situación. Quiere Belén ver algo de luz en ese marketiniano propósito, y confiar en que por fin Europa se ponga las pilas y la vista de que el primo del Zumosol deja de serlo y además exige que se le paguen los servicios prestados, pues se reorganice, se reubique y se revolucione para dejar de ser subsidiario y liberarse de paso del lastre maloliente de la burocratización.
Tampoco es mala señal que por fin el PSOE y el PP hablen con sentido común y perspectiva histórica y sean capaces de ponerse de acuerdo sobre cómo afrontar lo que viene. Por fin. Por fin. Mientras, contempla Belén encantada, casi con las palomitas a mano, cómo va a hacer Vox para explicarle al grueso de su electorado del campo que su gran jefe blanco les va a meter en una ruina de la que muchos quizá no puedan salir.
Niebla en el canal. Tiempos difíciles que exigen compromiso. Entre las brumas, la voz de un aspirante a dictador y aquí cerca los pasos de una élite política que se retratará para bien o para mal. Que está empezando ya a retratarse.