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Omegas

Hemos sido testigos de comportamientos de líderes que, bajo una aparente capa de defensa de los derechos de las mujeres, escondían actitudes de machismo palmario, incluso de misoginia

La queja de Yolanda Díaz de que «los hombres de izquierda son un peñazo», no es solo una manifestación extemporánea y personal de la vicepresidenta, sino un clamor que el feminismo viene expresando desde hace demasiado tiempo. Las feministas de los años 60 y 70 –muchas de las cuales tienen, todavía hoy, las claves de algunas de las líneas maestras de los feminismos actuales– siempre han expuesto su malestar al respecto con palabras aún más contundentes, asegurando que el feminismo (ahora en plural, «feminismos») tuvo que luchar en su momento, no solo contra la derecha «capitalista», sino contra los hombres de izquierda, que tardaron demasiado en respetarlo y sumarse a sus reivindicaciones, en el caso de que lo hayan hecho, algo que para muchas teóricas no está claro. Y, examinando a ciertos dirigentes políticos de izquierda en España, tales dudas no dejan de ser razonables.

Hemos sido testigos de comportamientos de líderes que, bajo una aparente capa de defensa de los derechos de las mujeres, escondían actitudes de machismo palmario, incluso de misoginia. De hecho, algunos de esos próceres («soi-disant») izquierdistas, al «empoderar» políticamente a mujeres (traducción al román paladino: colocarlas a dedo en altos cargos políticos y administrativos) buscaban más que otra cosa rodearse de servidoras leales, a las que ponían en lugares de poder muy sensibles, ocupándolos así para dejar fuera a hombres que les hacían la competencia, o que eran rivales peligrosos dentro de la propia formación política. Los mullidos sillones del poder político –mucho más omnipotente que el poder económico, pese a que lo nieguen quienes lo disfrutan–, pueden haberse llenado de mujeres principalmente para que otros hombres de izquierda no disputen el territorio a los líderes alfa. Y los líderes alfa han condecorado como alfas a mujeres que no hubiesen pasado de ser omegas sin su ayuda. O sea: que a lo largo de estos años, lo que parecía ejemplo de poderosos hombres de izquierda clara y reivindicativamente feministas quizás solo escondía al viejo heteropatriarcado controlador de siempre bajo unos débiles ropajes de modernidad feministas.