V de viernes

Paren la máquina

Científicos de diferentes países reclaman una moratoria en los avances de la IA ante un crecimiento incontrolado con riesgos irreversibles para la humanidad

En Blade Runner los androides eran casi idénticos a los humanos, diferenciándose entre ellos apenas por una reacción en la retina al interactuar. Más recientemente, la película Inteligencia Artificial (2001) recrea como personaje a un niño-meca con sentimientos humanos. No estamos aún en eso, que sepamos, pero ya se habla y escribe sobre granjas para la producción de bebés humanoides sin necesidad de interacción alguna del hombre o la mujer, o de personas con inteligencia superior gracias a la conexión con la máquina. Que esto va a ser más temprano que tarde una realidad no le cabe duda hoy a ningún experto familiarizado con los avances en IA. ChapGPT, el chabot de Open AI que simula conversaciones humanas, ha sido tan revelador que Italia ha bloqueado su funcionamiento, mientras que Francia y Alemania consideran seguir los pasos del vecino. En Hollywood ya se usan aplicativos de inteligencia artificial para rejuvenecimiento facial, sincronización de conversaciones y recreación de voces de personajes fallecidos. Tanto que Keanu Reaves adicionó a sus contratos una cláusula que prohíbe la alteración digital de su perfil. El generador de imagen Dall-E, también de Open AI, nos ha sorprendido con fotografías falsas casi reales del Papa, Trump, Macron o personajes famosos. El problema es que, en manos de delincuentes digitales, a cualquiera de nosotros nos pueden doblar tanto la imagen como el habla o datos personales para cometer cualquier tipo de fechoría. La IA conoce todas nuestras claves, vida, desplazamientos o aficiones, y para un hacker avezado no será imposible acceder a ellos y usarlo como considere.

En “Breves respuestas breves” (Planeta 2018) dijo Stephen Hawking que la IA “podría acabar con la raza humana” si no garantizamos que sus principios u objetivos coinciden con los nuestros. Paul Christiano, antiguo investigador del Open AI ha dicho en un podcats que “hay hasta un 20 por ciento de posibilidades de que la IA tome el poder“, una vez que los sistemas de IA lleguen a alcanzar y superar el nivel humano. Pengcheng Shi, uno de los decanos del Instituto Rochester, dijo a su vez que “no creo que nadie pueda detener esto. El lobo está en la puerta”.

De los tres niveles de IA, no preocupan demasiado los dos primeros (“general”, asociado a tareas repetitivas, y la “superIA” o máquinas capaces de realizar funciones autónomas, como un coche sin conductor), sino el tercero o “generativo”, creador o simulador de imágenes, textos, leguajes o tareas humanas. La voz de alarma la dio hace poco el Future of Life Institut al pedir una moratoria de como mínimo seis meses en los avances de la IA. No se va a producir. El movimiento es tan imparable como descontrolado. Decenas de países progresan en direcciones diferentes. Elon Musk y Steven Wozniak (ex Apple) suscribieron la declaración. No así Bill Gates o Klaus Schwab, que creen que los beneficios superan a los riesgos. La guerra está servida. Y la suerte echada.