Con su permiso
El penduleo
Vuelve a sentir Asun la incómoda sensación que le produce el penduleo de una política frívola e inestable en un momento de incertidumbre que requeriría responsabilidad
Asunción es pajarera. Ya se puede escribir porque el término, que entre sus muchas acepciones tiene la de aficionado o aficionada a las aves, acaba de ingresar en el diccionario de la RAE por derecho propio de uso, que es el que otorga tan alto honor a una palabra. Es aficionada al campo y la observación de los pájaros, y a veces se pasa largas temporadas emboscada en el Pirineo en la silenciosa soledad de una naturaleza envolvente y enriquecedora. El término «emboscar» no cubre todavía en el diccionario esa afición a recorrer el bosque, pero, como pasó con «pajarero», todo se andará; será cuestión de encontrar quién entienda, como el escritor Jordi Soler, que emboscarse es también sumergirse en el misterio secular de los bosques.
Asun acaba de llegar de uno de esos retiros.
Mientras deshace la maleta evoca los días de desconexión y se propone que la vuelta a la superficie sea paulatina para evitar sobresaltos. Así y todo, enciende la radio. No puede evitarlo, hay una casi en cada habitación de la casa. En mala hora, porque no puede evitar una agitación cercana al cabreo: resulta que la famosa ley del sí es sí que los jueces no habían sabido aplicar ni el Gobierno explicar pero que era incuestionablemente buena y, desde luego, intocable, se va a tener que reformar sí o sí. O sea, de lo dicho nada. Y que la cosa ha provocado un cisma en el Gobierno casi parecido al de Oriente que dividió las iglesias allá por el año 1000.
No se lo puede creer. ¿Que Sánchez ha dicho que eso hay que cambiarlo ya y que dos o tres semanas después de la orden todo sigue igual? ¿Pero no era una ley buena? Cuando se emboscó, desde luego, sí. ¿Qué ha pasado? Pronto desde la radio encuentra la respuesta, aunque ya había empezado a hacerse una idea de que por ahí iría la cosa: la sangría de rebajas de condena o excarcelaciones es tal que la alarma social desatada amenaza seriamente con cercenar cualquier posibilidad de crecimiento en votos del Partido Socialista y hasta diluir apoyos del personal que observa estupefacto no sólo la riada de decisiones que favorecen a reos de abuso, sino la inexplicable posición de sostenella y no enmendalla de la ministra Montero y el partido Podemos, enrocados en la maldad de los jueces y la perversa actuación de la prensa para disfrazar su desaguisado. Cuando Asunción se fue, ya empezaba el goteo, pero seguía el Gobierno en pleno en la tesis de que todo se ajustaría rápidamente. Se ajustaría solo, claro, que es como se le ajustan las cosas a alguien que, como Sánchez, acaba de hablar en la radio del «problema que se ha creado» con la ley, como si no fuera un texto que saliera del Gobierno que él preside.
Piensa Asunción en esa forma peculiar de entender la responsabilidad de gobierno: vender lo bueno y ponerse de perfil ante lo que no lo es. Los problemas los crean otros o se crean solos, y las soluciones vienen de la mano de Sánchez cuando están claras y a saber de dónde si la cosa se complica. Un ponerse de perfil que practica también la vicepresidenta de la tercera vía aún sin abrir, Yolanda Díaz, que comete casi un delito de apropiación indebida de aquello del «programa» de Anguita. Asun lo recuerda: «programa, programa, programa». La vice dice «discreción, discreción, discreción» como si ese trazo de gruesa tinta de calamar fuera comparable con la contundente afirmación de principios programáticos que transmitía lo de don Julio.
Vuelve a sentir Asun la incómoda sensación que le produce el penduleo de una política frívola e inestable en un momento de incertidumbre que requeriría responsabilidad, certezas y seguramente alianzas de verdadero compromiso con el país.
Porque al lavado de manos de Sánchez ante el evidente fracaso de una iniciativa que es suya porque es de su Gobierno, y a la interesada tozudez de la ministra sobre la que no manda, hay que sumar la actitud destructora de los aliados del PSOE que vuelven a mostrar que su interés no es mejorar el país, sino mantener su posición de control tan rentable políticamente a sus intereses. ¿Que eso desgasta al PSOE? Pues mejor. En año electoral hasta el socio es adversario si se trata de fijar posiciones. ¿Qué apoyar a Podemos implica que se siga hurtando a la ciudadanía una disculpa y se mantengan los beneficios de violadores y pederastas? No importa, es el precio a pagar por reafirmarse ante su público en un momento políticamente crucial como lo son los electorales.
Aquí, piensa Asun, la gente, ese concepto que con tanta frivolidad se estira pese a que tras él hay una población castigada por la crisis y cada vez más alejada de quienes dicen levantar su bandera, es lo que menos importa. Aquí se sigue jugando a la estrategia política del corto plazo, al cálculo electoral con cifras de encuestas, a la supervivencia por encima del compromiso de país.
Piensa Asun si no merecerá la pena volver a hacer la maleta y regresar al bosque.
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