Tribuna

¿Planificar la paz o escalar la guerra?

El objetivo principal de la estrategia estadounidense era y sigue siendo infringirle una derrota estratégica a Rusia en Ucrania sin provocar una escalada incontrolada del conflicto y sin intervención directa de la Alianza

¿Planificar la paz o escalar la guerra?
¿Planificar la paz o escalar la guerra?Raúl

La estrategia militar elaborada por la Administración Biden –y compartida por todos los gobiernos de los países que integran la UE y la OTAN– para confrontar a la Federación Rusa por su invasión a Ucrania se ha fundamentado sobre la base de cuatro pilares: evitar un enfrentamiento directo entre la Alianza y Rusia, contener el conflicto dentro del marco geográfico ucraniano, consolidar la unidad interna del bloque occidental, suministrar medios y capacidades militares al gobierno ucraniano de manera bilateral pero coordinada. El objetivo principal de la estrategia estadounidense era y sigue siendo infringirle una derrota estratégica a Rusia en Ucrania sin provocar una escalada incontrolada del conflicto y sin intervención directa de la Alianza.

Como toda guerra desarrolla sus propias dinámicas prácticas, se puede afirmar a estas alturas del conflicto que el plano teórico sobre el cual se asienta la estrategia estadounidense está resultado exitoso sólo parcialmente. Hasta la fecha, se ha logrado que el conflicto haya permanecido confinado dentro de los límites geográficos de Ucrania y se ha evitado que la Alianza se vea arrastrada hacia un enfrentamiento directo con Rusia. Sin embargo, el plano real del conflicto está haciendo visibles los límites de la unidad occidental, así como los del suministro de material bélico. Ello es debido, principalmente, a dos factores: la prolongación en el tiempo de la guerra y los acuciantes problemas domésticos que afronta cada actor, especialmente los países comunitarios.

Desde la pasada Cumbre de la OTAN en Vilnius, la fatiga entre los países de la UE y la OTAN se ha hecho cada vez más evidente, afectando tanto la cuestión de la unidad del bloque occidental como lo tocante al envío de armas a Ucrania. Respecto al envío de armas, han aflorado duras críticas provenientes de figuras de primer orden, pertenecientes a los países que más han abogado por apoyar a Ucrania (caso de Ben Wallace, ex ministro de defensa británico, y Boris Pistorius, actual ministro de defensa alemán). Por su parte, el asunto de las exportaciones de grano ucraniano al mercado comunitario ha provocado la reacción unilateral de Polonia, Hungría y Eslovaquia, retratando así la fragilidad que rodea al tema de la unidad.

Aunque es pronto para saber si se trata de discrepancias aisladas o si estamos ante una tendencia generalizada, lo cierto es que la situación que se deriva de la contraofensiva ucraniana aboca a los países occidentales hacia un difícil dilema: ¿Escalar la guerra o comenzar a planificar la paz? Ante esta disyuntiva, la UE y sus Estados miembros deberían estar más interesados en preparar el terreno para un eventual proceso de negociación de paz que en alimentar la espiral de una escalada de la guerra, como ha defendido de manera pública el ministro de exteriores lituano Gabrielius Landsbergis. Una escalada de la guerra bien puede encajar con los intereses estratégicos de algunos actores, como es el caso de EE.UU., pero difícilmente lo puede ser para los intereses del bloque comunitario en su conjunto. No todos los países de la UE tienen intereses vitales o permanentes en el Este.

La UE ya ha visto incrementarse de manera drástica la factura que paga por la compra de hidrocarburos por el hecho de haber cambiado una dependencia energética estructural con Rusia por otra con EE.UU. que se presume coyuntural, pero que va camino de convertirse igualmente en estructural. Los efectos de esta decisión política no solo se han traducido en mayores niveles de inflación en la eurozona, sino también en la pérdida progresiva de competitividad económica en el plano internacional. En consecuencia, cabe suponer que una apuesta por la escalada de la guerra en Ucrania comportará para los países comunitarios mayores perjuicios económicos, ya que el previsto aumento del gasto en defensa significará mayor transferencia de recursos desde la UE hacia EE.UU. en concepto de compra de armamento. Además de empobrecer a las sociedades europeas, un escenario de estas características afectaría la industria de defensa de los países comunitarios, con la eventual pérdida de mercados locales, regionales e internacionales. ¿Es viable una Europa de la defensa en este contexto?

Por último, las perspectivas electorales del próximo año tanto en EE.UU. como en la UE no ayudan a despejar la incertidumbre que aqueja al bloque occidental. El solo hecho de pensar que las elecciones estadounidenses puedan arrojar unos resultados favorables a los republicanos genera zozobra entre la clase política comunitaria. En la UE todavía se recuerda la caótica salida unilateral de EE.UU. de Afganistán, sin siquiera contar con sus socios. Anticiparse a una hipotética repetición de escenarios como este obliga a los decisores políticos comunitarios a pensar en cómo podría la UE y sus Estados miembros afrontar la situación en Ucrania sin el concurso, ni el liderazgo de EE.UU. Aquí radica la importancia de empezar a planificar la paz.

Youssef Louah Rouhhoues Analista de asuntos internacionales.