La situación

La política de lo personal

«Transcurrido el tiempo y con la debida perspectiva, se entiende mejor el motivo por el cual Sánchez se aferra al cargo»

El filósofo renacentista francés Michel de Montaigne ya nos advirtió en el siglo XVI de que «no hay menos problemas en la gestión de una familia que en la de cualquier estado; y los asuntos domésticos no son menos fastidiosos por ser menos importantes». No meditó Montaigne, sin embargo, sobre qué ocurre cuando la gestión de una familia se entrecruza con la de un estado. Tal cosa empezó a ocurrir en España hace un año, cuando Pedro Sánchez consideró que la investigación judicial a propósito de las actividades privadas de su esposa era motivo suficiente para congelar durante cinco días su desempeño como Presidente del Gobierno. Fue un acto sin precedentes en cualquier país democrático, porque si un presidente tiene dudas, las resuelve en privado y, después, anuncia su decisión en público. Eso es lo normal, pero en España la normalidad hace tiempo que no rige.

Sánchez no asumió el criterio de quienes consideran que, en la política como en los negocios, nada debe de ser personal, y mezcló lo familiar con lo gubernamental, para protagonizar un episodio que terminó igual que empezó: con el líder socialista en La Moncloa. Al contrario que en aquel famoso texto de Cervantes, en este caso «quedose y no hubo nada».

El acelerado ritmo de nuestro tiempo ha hecho que esta semana los medios de comunicación rememoren aquellos cinco días de hace un año, y a muchos ciudadanos les haya parecido que ocurrieron hace un siglo, o directamente los habían olvidado. Pero resulta conveniente tener en mente lo que ocurrió, porque define a quien organizó la peripecia. Y ahora, transcurrido el tiempo y con la debida perspectiva, se entiende mejor el motivo por el cual Sánchez se aferra al cargo sin mayoría parlamentaria que lo sustente y sin presupuestos que le permitan gobernar de forma efectiva: para mantener el poder en sus manos, con las herramientas políticas y judiciales que eso le otorga. Es la mejor fórmula para plantar cara a los fatigosos jueces que investigan a su esposa y a su hermano. Si perdiera el poder se quedaría sin tales resortes. Es personal. Es política.