El canto del cuco

Las preocupaciones del presidente

Lo que más le desazona es el estrecho cerco de la Justicia a su familia y a su partido

Aseguran que el presidente Sánchez anda últimamente más irritable y airado que de costumbre. Parece muy preocupado. Se le ha agriado el carácter, aunque lo disimula en público. De un tiempo a esta parte, su sonrisa es más forzada hasta trocarse a veces en una mueca triste, casi imperceptible. Muchos días tiene mal aspecto y la voz le sale más débil, menos enérgica, como de un hombre cansado, que no ha dormido bien. Dicen que no se fía de nadie y que se siente solo, a pesar del coro que le rodea tocando las trompetas y cumpliendo estrictamente las consignas como papagayos. Desconfía cada vez más de sus socios y aliados del Gobierno. Se siente humillado por Puigdemont, al que desprecia profundamente, pero del que no puede prescindir porque le va en ello su permanencia en La Moncloa. Le saca de quicio el creciente acoso de la crítica y ha dado estrictas instrucciones a su círculo cercano para amarrar bien al grupo Prisa, que es prácticamente su última tabla de salvación.

Lo que más le desazona es el estrecho cerco de la Justicia a su familia y a su partido. Ve que los cortafuegos de la Fiscalía y del Tribunal Constitucional van a ser incapaces de detener el incendio. García Ortiz y Conde-Pumpido están chamuscados, prácticamente inutilizados. Carecen de autoridad y no son buenos ejemplos en Europa. Le irrita y le perturba sobremanera su incapacidad personal para acabar de una vez con los casos judiciales de su mujer y su hermano, que se han convertido en una pesadilla inaguantable para él. No entiende que haya alguien que subestime su poder. Y teme las consecuencias para el PSOE y para él mismo de lo que puedan dar de sí las revelaciones en torno al escandaloso caso de Ábalos y Koldo, con todas sus ramificaciones. Sobre todo, si se comprueba que ha habido bajo su liderazgo financiación ilegal del partido, como aseguran algunos testimonios.

Pedro Sánchez sabe que un día, no tardando mucho, dejará La Moncloa, y le preocupa su porvenir y el de su familia. ¿Qué va a hacer después? No parece que tenga ahora un buen cartel en Europa. Difícilmente le ofrecerán trabajo relevante en los organismos europeos. Los que lo ven aquí como jefe de la oposición no tienen en cuenta su orgullo ilimitado y el desprecio que provocará, entre sus propias filas, su caída. Eso sin contar con un posible procesamiento, un riguroso ajuste de cuentas, como algunos sostienen. Sólo un final digno moderaría el severo juicio de la Historia sobre él y el sanchismo.