Al portador

Prosodia preelectoral

«Sánchez es cada día más un político prosódico centrado en ofrecer bien algo, al margen de que sea cierto o que se cumpla»

Gregorio Marañón (1887-1960) en su famoso estudio sobre Antonio Pérez (1534-1611), secretario caído en desgracia, acusado de traición, de Felipe II (1527-1598), afirma en el capítulo XIV que «una buena promesa hace bien a los que sufren, aunque después no se cumpla». Pedro Sánchez, político entre también prosódico, ignora –y tampoco le preocupa– si cumplirá algunas de sus últimas promesas, como esas 183.000 viviendas de alquiler social –sumadas todas– que asegura que el Gobierno pondrá a disposición de los ciudadanos. Tampoco da muchas pistas creíbles sobre cuándo ocurrirá eso, si es que ocurre. Lo importante es convencer a posibles votantes, en este caso sobre todo jóvenes, necesitados de acceder a una vivienda cada vez más escasa –y más que lo será– en un mercado cada día más intervenido.

El presidente se guardó la baza del anuncio de otras 20.000 viviendas en terrenos del Ministerio de Defensa, lo que significa que hay que empezar a construirlas, cuando se disponga del suelo o rehabilitar –de forma integral– las existentes. Largo plazo desde luego. No importa. Lo explicaba en El País Ignacio Sánchez Cuenca, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Carlos III: «los gobiernos son conscientes de que, precisamente por el vértigo informativo en el que estamos inmersos, todos nos fijamos más en los anuncios que en su ejecución». Ahí están los ejemplos del Ingreso Mínimo Vital, el bono cultural o esos fondos europeos que todos buscan y solo unos pocos encuentran. El inquilino de La Moncloa, que ha inventado los debates sucesivos sobre el Estado de lo que él quiere, abraza la táctica de ocupar espacio –sobre todo en los medios de comunicación– y marcar la agenda, practica una especie de prosodia y propaganda preelectoral, que solo el tiempo dirá si es efectiva. La prosodia, convertida en arte por poetas como T.S. Eliot (1888-1965) en «La tierra baldía», se basa en la acentuación, entonación y ritmo, incluida a veces la comunicación no verbal, y persigue facilitar la comprensión de un mensaje, sin que importe que sea cierto. Sánchez sabe –y no es el único político, pero él lo hace mejor– que lo importante es hacer promesas bien armadas –con buena prosodia– aunque luego no se cumpla nada, como apuntaba Marañón.