Tribuna

El próximo presidente norteamericano

¿Cómo una vibrante y potente nación como los EEUU no es capaz de encontrar mejores candidatos? ¿Hay todavía alguna esperanza?

Dentro de un año se celebrarán en los EEUU unas elecciones para decidir quién -probablemente Biden o Trump- será el próximo presidente. Como ambos candidatos ya han ejercido el cargo, tenemos bastantes indicios del comportamiento que cabe esperar de ellos tanto en su acción interna como en política exterior que son, naturalmente, los dos campos principales en que se adoptan decisiones. Los electores norteamericanos posiblemente valoren más lo ya conseguido en el interior que los logros exteriores, aunque puedan llegar a admitir que ambos campos están fuertemente entrelazados. Repasemos pues los resultados de los dos pretendientes para tratar de adivinar que pueden hacer en el futuro. Pero me temo que dado lo ambicioso del intento y las limitaciones de esta página, tendremos que planear sobre ellos como el cóndor hace en los Andes: sin distraernos en los detalles y a gran altura.

Impulsado por su gran ego y sus ansias de venganza por las pasadas elecciones y sus actuales procesamientos judiciales, el Sr. Trump está desarrollando unos planes en asuntos domésticos que presagian la intención de rodearse de fieles incondicionales lo que aumentará sus tendencias autoritarias sin que frenos legales, que se han mostrado impotentes hasta el momento, puedan actuar eficazmente. El grado de democracia norteamericana –especialmente en el interior del Partido Republicano- disminuirá claramente. Y también sufrirán las libertades si como ha amenazado, emplea el Ejército en el interior. La bajada de impuestos a los más ricos unida al deseo de disminuir la administración federal no permitirá controlar el crecimiento desbocado de la deuda externa y hará más precaria la cobertura sanitaria de la población. Las medidas antiinmigración aumentarán y se endurecerán.

La política exterior del imprevisible Trump posiblemente continúe con las tendencias aislacionistas acompañadas de amenazas y arremetidas contra las organizaciones internacionales tales como la OTAN y la OMC (del comercio mundial). La embestida contra la globalización, culpándola de todos los males interiores, será una muestra más del populismo e ignorancia que alimentó la anterior administración norteamericana. Probablemente también se intente sustituir las intervenciones militares exteriores por amenazas y baladronadas. La simpatía por el Sr. Putin y el apoyo a la martirizada Ucrania serán difícilmente compatibles. En cuanto a su actuación en Gaza se centrará posiblemente en salir a cualquier precio de la crisis y salvar –a costa de los palestinos- los acuerdos de Abraham. Solo podemos hablar de probabilidades ya que el Partido Republicano ha sido incapaz de formular últimamente una política exterior entendible.

El presidente Biden ha mantenido dos líneas contradictorias: quiere una agenda verde y defender la globalización mientras, paradójicamente, aumenta el proteccionismo económico interno y las subvenciones a los trabajadores. La mayoría de los norteamericanos no están satisfechos con su conducción de la economía y esto junto al desorden del Partido Demócrata y las públicamente percibidas limitaciones propias de su edad le pueden pasar una abultada factura en las próximas elecciones. Biden ha conservado básicamente la política de Trump tratando de construir una muralla arancelaria anti china en lugar de intentar reducir los riesgos en las cadenas de valor propias de la globalización. Es decir, identificar el grado de dependencia externa del aprovisionamiento y buscar alternativas más que pretender desacoplarse de un país como China con el que se está tan entrelazado. En su intento de controlar la inmigración ilegal, el Sr. Biden está dado notables bandazos y no acaba de definir claramente lo que quiere.

Llegamos finalmente a lo que podemos esperar en política exterior de un nuevo mandato de Biden. Hay que agradecerle el apoyo a Ucrania, que es un apoyo a Europa pues donde no lleguen los norteamericanos tendremos que hacerlo nosotros o sufriremos la maligna influencia del Sr. Putin y sus huestes. Pero, ¿cómo de compatibles son el respaldo a las alianzas –la OTAN y las de Japón y Corea del Sur- con el proteccionismo económico de los EEUU? ¿Qué visión común de China tenemos europeos y norteamericanos? Y en Gaza, el apoyo inicial incondicional a Netanyahu ¿será compatible con la estabilidad del Oriente Medio? ¿Cuánto tiempo más resistirá Biden la presión humanitaria mundial?

Los más probables candidatos a las próximas elecciones norteamericanas no son claramente idóneos. El resumen de lo que cabe esperar del Sr. Trump es rencor y ansias de venganza. El presidente Biden tiene grandes incoherencias tanto en su política interna como en la exterior que pudieran parecer derivan de su edad y de la crispada división social y política norteamericana; sin embargo, es de los dos, el candidato menos malo. Pero la gran pregunta es: ¿cómo una vibrante y potente nación como los EEUU no es capaz de encontrar mejores candidatos? ¿Hay todavía alguna esperanza? Aunque no votemos, todos somos accionistas y clientes de esa gran empresa que son los EEUU de América.