Sin Perdón

Puigdemont y los engaños de Sánchez

«Muestra una capacidad de supervivencia infinita. No le produce ningún rubor decir una cosa y hacer justo la contraria»

Una de las cosas más asombrosas de esta disparatada legislatura es constatar la habilidad de Sánchez engañando a Puigdemont y alargar su estancia en La Moncloa. No incluyo al PNV y su líder, Aitor Esteban, porque los tiene dominados y se han convertido en un dócil oso de feria, aunque mejor de peluche para abandonarlo en un estante con sus recuerdos presidenciales. En el terreno informativo tengo que reconocer que su continuidad y los escándalos que afectan a su Gobierno y La Moncloa no nos dejan un minuto de descanso. Ábalos es capaz de asombrarnos con sus andanzas de la mano del garrulo de Koldo y el conseguidor Aldama, así como su figura de atleta del sexo de pago. No es algo ejemplar, pero nos confirma que la realidad muchas veces supera la ficción. Todos parecen surgidos de una película de Torrente, aunque no es necesario un guionista y basta con hacer un documental con las andanzas del exministro de Sánchez. Lo más increíble es que los socialistas tienen ahora la piel muy fina y han olvidado lo que dijeron e hicieron contra el PP por mucho menos.

Los escritores del Siglo de Oro nos ofrecieron novelas extraordinarias protagonizadas por pícaros, pero ninguno alcanza la osadía y la brillantez de los Contreras o los lobistas que se enriquecen al servicio del sanchismo con sus «Pepiñazos». El mejor lema que les puede definir es «Todo por la pasta». Los pícaros eran buscavidas que incluso podían despertar conmiseración por sus orígenes sociales. No parecía que tuvieran otro camino para sobrevivir. El multimillonario Contreras es todo lo contrario, un vástago de clase alta que ha vivido siempre rodeado del lujo característico de la izquierda caviar. No hay duda de que hay que trabajar duro para amasar millones y codearse con la alta sociedad. Es un buscavidas que me cae bien, aunque nunca haría un negocio con él ya que acabaría perdiendo todo el dinero.

El sanchismo nos ofrece noticias. Los periódicos se llenan con las andanzas de su entorno, las derrotas parlamentarias, sus bravuconadas contra Trump que nadie se toma en serio, las ruedas de prensa disparatadas después de los Consejos de ministros, la guerra entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias, los despilfarros ministeriales, los atropellos a la ley de Transparencia y Buen Gobierno, sus viajes al extranjero como si fuera una síntesis de Marco Polo y Phileas Fogg y la sistemática demolición del Estado de Derecho y la separación de poderes. No hay duda de que es muy atractivo informativamente. Su indiferencia ante las convenciones democráticas y los usos parlamentarios es sorprendente, porque muestra una capacidad de supervivencia infinita. No le produce ningún rubor decir una cosa y hacer justo la contraria. Y ha conseguido meter en el redil a su partido y convertirlo en un espectáculo de marionetas que mueve con enorme soltura desde La Moncloa.

En este escenario solo existen dos problemas, porque todo lo demás le trae al pairo. No hay mayoría alternativa para derribarle y las crisis internacionales son sus mejores aliadas. La covid, la guerra de Ucrania, el conflicto arancelario… todo juega a su favor. En cambio, no controla a Podemos y a su feroz enemigo Pablo Iglesias. No pudo matarlo políticamente y ahora goza de una envidiable salud, así como la motivación de acabar con Sánchez y Yolanda Díaz. Por tanto, no hay que descartar que no solo le complique la vida, sino que incluso provoque la caída del Gobierno. No es fácil, pero en la política líquida del sanchismo todo es posible. La otra pieza es Puigdemont. No es fácil entender la capacidad de Sánchez y sus colaboradores para engañar al expresidente catalán. Es cierto que el señuelo de la amnistía le hace ganar tiempo, pero es bueno recordar que cuando regrese a España comenzarán los auténticos problemas para el líder socialista. Durante años, su objetivo fue acabar con Puigdemont. En una primera etapa era meterlo en la cárcel, que es un método expeditivo e incluso pensaba que eficaz, pero el renacimiento de Junqueras muestra que no es así.

La siguiente ensoñación era conseguir que fuera sustituido por algún dirigente más sumiso y que fuera visceralmente anti PP. Fue otro sonoro fracaso. Sánchez no se rinde y espera que las próximas autonómicas sean un funeral por todo lo alto para el líder de Junts. Las encuestas muestran que Salvador Illa no solo se consolida como presidente de la Generalitat, sino que los independentistas retroceden y Puigdemont agotará su etapa sin haber conseguido regresar al poder. Es el precio que tendrá que pagar por haber mantenido a Sánchez que, con gran habilidad, ha engordado electoralmente a Illa.

Es cierto que los diputados de Junts son decisivos para la gobernabilidad, pero no tanto como creen. Se han convertido en un incordio y Míriam Nogueras les irrita. No sucede lo mismo con otras personas del entorno de Puigdemont que consideran más proclives al sanchismo, aunque no tardarán en caerse del caballo cuando descubran que su torpeza les conduce a alejarse cada vez más de la Generalitat. Sánchez ha descubierto que puede gobernar sin aprobar ninguna ley importante e incluso obviando el mandamiento constitucional de presentar el proyecto de Presupuestos. Cuenta con la inestimable colaboración de Conde-Pumpido como árbitro constitucional a su servicio. Por tanto, no tiene más que dejarse llevar por la corriente, mantener su engaño a Puigdemont y sus colaboradores y ganar tiempo hasta agotar la legislatura. La ley de amnistía fue una chapuza en conciencia para alargar el proceso, aunque los independentistas no fueron conscientes del engaño, como se ha demostrado, porque lo que parecía una impericia era en realidad una estrategia para enmarañarlo todo. Al final, Sánchez se sale con la suya y demuestra que es más listo. ¡Que gran obra hubiera escrito Mateo Alemán con un material tan bueno!

Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)