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Con su permiso

Qué lejanía

En el peor momento de la historia del Europa tras la Segunda Guerra Mundial, España padece un gobierno roto y sin futuro

IlustraciónPlatónLa Razón

A Nieves le parece que el Gobierno vuelve a interpretar una melodía simplona y reduccionista ante la exigencia inaplazable de que Europa empiece a hacerse cargo de su propia defensa. Ella tiene claro que el momento histórico es crucial, que optar por un camino u otro marcará el futuro del continente y que no hacer nada nos llevará simplemente a ser deglutidos por la acción de dictadores o aspirantes a serlo. Lo que parecía imposible es más que probable, y la incertidumbre que creímos haber eludido para siempre se asienta en nuestro ánimo sin mucha esperanza de que se disipe. Por eso se irrita con la burda ceguera ideológica, con la torpe ausencia de perspectiva histórica, con la impúdica exhibición de inconsistencia de esa izquierda que se llama Sumar y no hace sino restar desde que se anunció como la gran alternativa de aquel lado de la pantalla. La última resta, acaso la más estúpida y a la vez elocuente, es la de votar en contra del plan de rearme europeo asumido por el presidente del Gobierno del que forman parte. Ya estábamos habituados a que la parte contratante de la primera parte actuara como parte contratante de la segunda, asumiendo las tesis marxistas, no de Karl, sino de Groucho y Harpo, y haciendo oposición al gobierno del que forman parte. Pero en esta ocasión han ido mucho más lejos, lo más lejos que se podría llegar, al votar en contra de la estrategia global de Europa y particular de Pedro Sánchez. Eso irrita a Nieves, como piensa ella que le sucede a muchísimos españoles. Si tan en desacuerdo están, ¿por qué no se van del gobierno? ¿Qué firmeza de criterio es esa de discrepar en algo tan vital, tan nuclear, y seguir sentándose en el Consejo de Ministros? Claro que a Nieves le parece que hay algo peor que esa incoherencia de la parte izquierda de la pantalla, esa vergonzosa manifestación de atornillarse al poder a cualquier precio, y es la actitud del incuestionable experto y vencedor en cualquier pulso de supervivencia, Pedro Sánchez, que, lejos de exigir como jefe de Gobierno a sus subordinados que rectifiquen o se vayan, se dedica a echar un poquito de bálsamo en la herida y le concede a su vicepresidenta una declaración de pacifismo de boquilla en Bruselas, diciendo que a él el término rearme no le gusta nada. Y añade que a lo que viene hay que llamarlo de otra forma. No concreta cuál, todavía no lo han determinado sus asesores, pero sí deja caer que lo de rearmarse es mala cosa aunque sea lo que no tiene más remedio que hacer hoy Europa. Nieves repasa las últimas declaraciones desde esa parte supuestamente europeísta y sensata, y observa que llevan varios días llamando a la cosa «innovación para la defensa» y hablando de «seguridad» como objetivo fundamental. No hay que aumentar el gasto en defensa, viene a decir el nuevo argumentario, sino en innovación para la seguridad y en tecnología para estar más en la línea con el futuro de Europa. O así. Supervivencia obliga.

Inevitablemente, Nieves concluye que vuelven a tomarnos por imbéciles. Que es algo que desde hace tiempo hacen sin pudor ni cortapisa, pero que desprecien de esa forma al personal en estos tiempos que exigen altura de miras y una cierta inteligencia resulta insultante. Y descorazonador. Y llega a dar miedo. No hay nadie al frente. Tampoco una alternativa que permita albergar cierta esperanza.

A Nieves casi hasta le da miedo que Sánchez haga lo que tendría que hacer en este momento si fuera un gobernante medianamente serio, y es convocar elecciones generales lo más rápido posible ante la evidente falta de apoyos reales para acometer el esfuerzo que exige la nueva situación. Miedo, porque al otro lado, o sea, en la oposición, no hay ningún plan conocido y sí un pliegue miope y cortoplacista a los palmeros de Trump en Europa, esa extrema derecha que con tanto entusiasmo y esperanza alimenta el sueño húmedo de poner el continente y su país a los pies de su líder cuasireligioso. Porque, ¿quién garantiza que ante unas nuevas elecciones sin alcanzar mayoría Feijóo no iba a tirar de Abascal como con tanto entusiasmo y facilidad ha hecho el quemado Mazón con los de Vox e? Nieves se pregunta cómo ha sido capaz el gallego de volver a permitir que se la cuele el alicantino, y la única respuesta posible es que, si el segundo está quemado, el primero sólo lidera su propia inconsistencia sin salida.

En el peor momento de la historia de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, España padece un gobierno roto y sin futuro, incapaz de dar muestras de entender lo que está pasando, y una oposición que no ofrece la menor señal de solvencia ante lo que viene y es capaz de volver a encamarse con los allegados del matón con tal de no perder poder. En medio, los que van a su bola y apenas piensan más que en pintar de bonito las calles de su pueblo. Nieves piensa que qué pena de España, qué pena de política. Qué oportunidad perdida de mostrar siquiera un poco de grandeza. Qué desconexión con la realidad. Qué lejanía. Qué caro nos puede salir este inflexible analfabetismo político ante un tiempo que lo va a cambiar todo.