Opinión

¿Por qué piensa Sánchez que somos idiotas?

En un mundo global y conectado como este, si este mundo funcionara con arreglo a la lógica y la moral, el tonto sería el político si decidiera mentir a la ciudadanía

Porque lo somos, eso está claro…En primera instancia.

Pero antes de responder largamente a esta pregunta hay que aclarar una premisa. En un mundo global y conectado como este, si este mundo funcionara con arreglo a la lógica y la moral, el tonto sería el político si decidiera mentir a la ciudadanía; en efecto, en nuestra sociedad hiper informada donde la mentira se descubre antes de terminar de decirla y un político mentiroso es reconocido y señalado de inmediato, sería de una imprudencia suicida que los representantes o candidatos mintieran al electorado… Sin embargo, Sánchez, emite falsedades como la máquina de churros del Brillante y su maestro churrero, con máximo descaro, asumiendo que será señalado por la hemeroteca, pero continúa haciéndolo sonriente, ufano, porque los votantes no le castigan.

Lo mejor, aunque de Sanchez todo es lo mejor, cada día mejor, como un psicothriller de Netflix de los que nos enganchan desde lo peor que hay en nosotros, es, como en los últimos tiempos, cuando se hace la víctima y el ofendido.

Y luego que estéticamente, ah, la estética, ese reverso ingobernable de la ética, tenemos a Sánchez de infortunado en televisión, de mártir atenazado por los malvados poderes en la sombra, que viene el lobo todas las noches y no sólo las de luna llena, desde la derecha cuántica, la derecha galáctica y la derecha cósmica a propinarle un mordisco en el trasero.

Y los crueles pseudo medios _¿los otros son amigos, medios sumisos, Presidente?_ difunden perversos bulos como el indulto a los golpistas o la rebaja del delito de malversación; o el extraño giro de política con Marruecos; o ese bulo de ser socio de Bildu; o el de meter a Podemos en el Gobierno y reducir las penas (y aumentar la dicha) de los violadores y pederastas… Pedazo de bulos, cerdos malignos, no como Ébola, no como Wyoming, no como Àngels, los justos del pentateuco, que se conducen con pureza y temor de Dios (el único Dios posible, con traje berenjena y facialista). Y después RTVE y otros servicios de masaje. Y ya puestos. ¿Por qué no un Aló Presidente como el de Hugo Chávez? ¿Qué tal así, señor? ¿Por qué no así?

¿Será nuestro presidente el político más embustero de la historia? O quizá solo se trate de un narcisismo y un complejo de superioridad asquerosos, donde nuestro “Icono” considera que están por encima de nosotros, los votantes, pobres y estúpidos mortales, peones cuyo único quehacer en este mundo es financiar su divinidad, la única realidad que cuenta, la única que importa (Ya vimos cómo dejaba pasar a Begoña…).

¿Somos idiotas los votantes? Quizá seamos aún más cínicos y perversos que los políticos y tenemos menos principios que el propio Sánchez.

Se ha demostrado que la mente humana está diseñada para aceptar información que sea eficaz para conseguir ciertos objetivos, aunque no sea cierta. Y que en caso de que haya un conflicto entre dos grupos, los seres humanos estamos diseñados para priorizar aquella información que nos ayude a fortalecernos, aunque conozcamos de forma objetiva que la información que defendemos sea mentira.

Por otra parte está esa búsqueda desesperada de identidad tan propia del siglo XXI donde somos algo en oposición a otra cosa y adquirimos así el sentido de la pertenencia necesario, porque nos garantizan seguridad, donde adquirimos pautas de comportamiento y pensamiento ante los que somos alarmantemente poco críticos. En estas circunstancias, las mentiras (de Sanchez o cualquier otro oportunista) cohesionan el grupo y exaltan las diferencias con el oponente.

El problema, un problema muy grave, es cuando el político, como aquí y ahora, cree que puede mentir y obrar sin consecuencias e inventarse una normativa favorable y parcial y así dominar a su grey. ¡Pilas, izquierda!