A pesar del...
Para qué sirven los impuestos
En los mensajes electorales sus candidatos han hablado y hablarán poco de impuestos, y si lo hacen dirán que no los tocarán, salvo para los proverbiales «ricos»
La preocupación de los progres por los impuestos es visible. Las debilidades analíticas de su argumentario rara vez les inquietan, porque suelen regodearse en la fatal arrogancia hayekiana. Pero últimamente parece que más impuestos significan menos votos. Eso ya son palabras mayores, porque con las cosas de comer no se juega. Entonces, hace un tiempo, «El País» publicó un editorial, de esos largos y solemnes, criticando las políticas de moderación fiscal.
Se preguntaba para qué sirven los impuestos, y aclaraba el asunto mollar: «No hay nada peor que colocar en una subasta electoralista los tributos que garantizan el Estado de bienestar». No es que a la izquierda le molesten las subastas electoralistas, que ha practicado siempre. Lo que le fastidia son las subastas electoralistas que pierde. Y es posible que esta la pierda.
¿Qué hacer? Sospecho que solo lo que le indica «El País», a saber, sostenella y no enmendalla. La otra opción, la de defender a las mujeres que pagan y pagarán cada vez más impuestos, es teóricamente posible, pero en la práctica no resultaría creíble a pocas semanas de las elecciones generales. Así que la izquierda atenuará la cuestión fiscal, como se vio con la reforma de las pensiones, que descarga todo su peso en los trabajadores. En los mensajes electorales sus candidatos han hablado y hablarán poco de impuestos, y si lo hacen dirán que no los tocarán, salvo para los proverbiales «ricos», pero subrayarán, como dice «El País», que la fiscalidad es «la columna vertebral que sostiene el Estado de bienestar».
A partir de ahí, ya se lo imagina usted, señora: progreso, justicia, solidaridad, igualdad, y hasta, pásmese usted, «contrarrestar el aumento disparado del coste de la vida de las clases medias». Seguirán insistiendo en que no se pueden bajar los impuestos, porque no lo recomienda «la OCDE ni el FMI ni ningún centro económico serio» (es delicioso como identifican seriedad con intervencionismo), no es patriótico, es un «zoco fiscal», beneficia sólo a una minoría, debilita la democracia, y, ya puestos, es contrario «a la más elemental cordura».
Y así seguirán, hasta que un posible o probable revolcón electoral cambie el rumbo del progresismo en busca de un Tony Blair español que recupere lo que proclamó José Luis Rodríguez Zapatero, antes de incumplirlo: «bajar impuestos es de izquierdas».
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