El canto del cuco

El relato

Sin ir más lejos, ha conseguido aquí que el concepto de «ultraderecha» sea detestable y el de «ultraizquierda», meritorio y hasta admirable

El controvertido fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, de obediencia sanchista, ordenó difundir ilegalmente una nota de prensa con datos reservados, estrictamente confidenciales, del pleito del compañero de la presidente de la Comunidad de Madrid con Hacienda. Entre los «whatsapps» del fiscal, revelados por «El Mundo», figura el siguiente: «Hay que sacar la nota. Si dejamos pasar el momento, nos van a ganar el relato». Eso es lo que importa: ganar el relato. Para eso ha contratado el Gobierno una cohorte de asesores, publicitarios y zascandiles.

Desde antiguo el relato era un cuento o una narración. Con una generosa interpretación, el concepto se extendía a la novela, la historia o la leyenda. En la primera acepción del diccionario el relato es el conocimiento que se da, generalmente detallado, de un hecho. Y de ahí se ha pasado últimamente, sobre todo en el campo político, a una versión mucho más maliciosa, que consiste, según la RAE, en la «reconstrucción discursiva de ciertos acontecimientos interpretados en favor de una ideología o de un movimiento político». Por ejemplo, el relato de la Guerra Civil. Se trata, en resumidas cuentas, de imponer en la opinión pública, con todo tipo de artimañas, la versión de los acontecimientos que favorece los planes propios y perjudica los del adversario. Esta técnica de propaganda desborda con frecuencia los mecanismos electorales y busca imponer en la sociedad una determinada ideología. Cuando se vale de la falsedad, el relato tiene una repudiable derivación ética.

Tanto el Gobierno como la Oposición pretenden «ganar el relato», aunque en esto la izquierda es mucho más aplicada que la derecha. Sin ir más lejos, ha conseguido aquí que el concepto de «ultraderecha» sea detestable y el de «ultraizquierda», meritorio y hasta admirable. Lo progresista es moderno y lo conservador, rancio y detestable. Nadie ha demostrado, por ejemplo, que los de Podemos sean más demócratas y más defensores de la Constitución que los de Vox, sino todo lo contrario, y nadie puede asegurar, a la vista de los hechos, que Pedro Sánchez sea más demócrata que Santiago Abascal; pero esa es la versión dominante. A todos los partidos neoconservadores, defensores de la familia, la religión, la tradición y la recuperación de la propia identidad, que están proliferando en Europa, se los mete en el mismo saco de la ultraderecha o «fachosfera», y se los demoniza. Sin distinción alguna. Una de las tareas urgentes, en el campo político-ideológico, debería ser recuperar el relato verdadero, con el que reconstruir el futuro de Europa con mayores garantías que las actuales, librándonos del falso relato dominante.