Opinión
Réquiem por la socialdemocracia
Á pesar de que la dirección socialista lo ha negado, Otegi ha anticipado que el siguiente acuerdo es en Euskadi para dar el gobierno vasco a Bildu.
Es inconcebible que Sánchez destierre la centralidad política que ha constituido la seña de identidad del PSOE, para enredarse en acuerdos con los que han intentado dinamitar la democracia española.
El acuerdo entre socialistas y abertzales en Pamplona es algo más que un pacto para gobernar en un ayuntamiento, es el reconocimiento formal de Bildu como socio de Sánchez y el blanqueamiento total de los herederos de ETA.
A pesar de que la dirección socialista lo ha negado, Otegi ha anticipado que el siguiente acuerdo es en Euskadi para dar el gobierno vasco a Bildu. No se sabe si será así o no, y comprobarlo dependerá de la aritmética electoral. Lo lamentable es que, dados los antecedentes de Sánchez, la credibilidad del Gobierno está tan deteriorada que vale tanto como la palabra de Otegi.
De otro lado, Turull ha anunciado que se celebrará un encuentro entre el líder socialista y Puigdemont fuera de España. Según la dirección de Junts se trata de normalizar la relación entre dos presidentes. Nuevamente, la cúpula del PSOE ha negado que esté previsto tal encuentro.
Sea como fuere, la veracidad de las declaraciones de Otegi o de Turull no está tan cuestionada como la de Sánchez, algo inédito en la política española hasta este momento.
En su ambición personal, el presidente del Gobierno ha arrastrado al PSOE hacia los outsiders. Los populistas de Podemos y de Sumar, los independentistas con causas pendientes con la Justicia y Bildu, que además de arremeter contra el Estado, no tardará en pedir la amnistía para los presos de ETA.
La propuesta de dialogo con el PP para acordar la renovación del Consejo General del Poder Judicial ha quedado nuevamente enterrada y el presidente del Tribunal Supremo canceló su entrevista con Bolaños como consecuencia del ataque a la judicatura realizada por Junts.
Sánchez ha quemado al PSOE que, si mantiene una base electoral es por su historia centenaria y, sobre todo, por el miedo a que la extrema derecha llegue al Consejo de Ministros.
La estrategia, a partir de ahora, será liderar todos los votos posibles, tanto los que le queden al Partido Socialista como los que orbitan en torno a esa amalgama de partidos lejanos a la centralidad política.
Manfred Weber, líder de los populares europeos, explicitó su veto a que Sánchez ocupe responsabilidad alguna en las instituciones de la Unión Europea. Ha logrado lo que parecía imposible: que desaparezca la socialdemocracia en España.
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