
Editorial
Los retos del PP en la anómala legislatura
Habría que reclamar más diligencia y colmillo retorcido a los equipos de comunicación de Génova
No es posible ocultar, porque haríamos un flaco favor a la verdad, que muchas de las decisiones políticas del líder de la Oposición, Alberto Núñez Feijóo, impecables en el fondo, no acaban de ser bien comprendidas por unos votantes populares, asediados en las redes sociales por las huestes en pinza de las diversas izquierdas y de la derecha más conservadora, la que viene agrupándose en torno a Vox. Tampoco ayuda, por supuesto, que, frente al monolitismo y el cierre de filas de los medios de comunicación progubernamentales, frente al ejercicio de «opinión sincronizada» que llevan a cabo disciplinadamente los ministros y portavoces socialistas, la dirección del Partido Popular esté sometida a la crítica constante de propios y extraños que, en demasiadas ocasiones, responden a simples filias y fobias de carácter personal. Porque si se pretende reclamar de Núñez Feijóo un ejercicio de oposición que sea reflejo de la intolerancia, el frentismo y las promesas vacías del Gobierno que preside Pedro Sánchez, estaríamos ante un error de concepto, entre otras razones, porque los simpatizantes del centro derecha están, en su inmensa mayoría, en las antípodas del guerracivilismo y el maximalismo progresista que preside esta legislatura tan anómala. Todo los más, cabría pedir, mayor celeridad y capacidad de reacción ante los vaivenes de un Ejecutivo que no trabaja tanto sobre objetivos de gestión como en un ejercicio de prestidigitación que saca conejos de la chistera a demanda de las circunstancias y de lo que dicen los sondeos de opinión, pero hay que reconocer que es tarea ímproba atender a una estrategia que se basa en improvisar a medida de los caprichos de los socios nacionalistas. Valga como ejemplo de esto último la «performance» de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que en su papel de líder de periclitado socialismo andaluz se ha sacado de la manga lo de la expropiación del hotel Algarrobico, asunto que lleva empantanado más de dos décadas, y que ha provocado una reacción tardía y descoordinada de los populares que, por cierto, nada tuvieron que ver en esa operación inmobiliaria de marca socialista. Sucede los mismo con muchas de las iniciativas gubernamentales, como la subida del SMI, sin ir más lejos, a la que Feijóo se ha opuesto, en línea con los asfixiados empresarios, pero que, una vez consumada, no puede perjudicar fiscalmente más a los que menos ganan. Sin duda, habría que reclamar más diligencia y colmillo retorcido a los equipos de comunicación de Génova para trasladar actuaciones como las del decreto ómnibus, que han llevado a una derrota al Gobierno, obligándole a retirar medidas de enorme calado, pero que han quedado desdibujadas por el palacete del PNV y las sesgadas interpretaciones que han llevado a cabo Vox y Podemos.
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