El canto del cuco

La revolución de los tractores

Los meritorios esfuerzos en favor de una agricultura verde no resuelven el problema. Los productos ecológicos son aún demasiado caros y escasos

El mundo rural, el de «las periferias lejanas», como lo llama el pensador francés Alain Kinkielraut, se ha vuelto visible a la puerta de las ciudades. La «revolución de los tractores» recorre la vieja Europa con elecciones a la vista. El ronco clamor de la protesta ha despertado a los Gobiernos y a las autoridades de Bruselas. De entrada, habrá que revisar la política agraria común (400.000 millones de euros hasta 2027) y la Agenda Verde, tan defendida por las izquierdas. Un serio contratiempo para el «Gobierno de progreso» en España. Ante las previsibles consecuencias electorales de la «tractorada», con un crecimiento, mayor aún de lo previsto, de la ola conservadora en los comicios europeos de primavera, no queda más remedio que reorientar las ayudas al mundo rural y frenar la transición ecológica.

El drástico recorte previsto del uso de pesticidas se lo ha guardado apresuradamente en el cajón la señora Von der Leyen. Es el punto primero, verdaderamente conflictivo, en el que chocan agricultores y ecologistas. Está en juego, y chocan, la defensa del medio ambiente y la rentabilidad del campo. Un problema diabólico que, por ahora, resulta irresoluble: sin esparcir veneno en los frutales y en las hortalizas no hay fruta ni verdura, el campo no es rentable y no puede garantizarse el abastecimiento de la población. Los meritorios esfuerzos en favor de una agricultura verde no resuelven el problema. Los productos ecológicos son aún demasiado caros y escasos. Y en esto de los pesticidas hay enormes intereses en juego. Otro gran asunto conflictivo en el que chocan de frente con los ecologistas los ganaderos y los cazadores es la política animalista, con los lobos protegidos e intocables destrozando rebaños y acercándose peligrosamente a las aldeas.

En España, después de cuatro días de protestas airadas, promovidas en las redes sociales, con virulencia y una cierta anarquía, han tomado el relevo de la protesta las organizaciones agrarias. Cuando escribo, los tractores cortan carreteras y se acercan a las ciudades. Algunos proponen rodear La Moncloa. Este Gobierno, más ecologista y animalista que nadie, ve la revuelta del campo como un movimiento reaccionario, impulsado por la extrema derecha, con la complicidad del Partido Popular. O sea, para Pedro Sánchez los tractores son de derechas. Se trata de un asunto menor, comparado con lo de la amnistía, un engorro despreciable, un tema, si acaso, de orden público. Que se encargue Marlaska más que Planas. Veremos. El mundo rural, despoblado y envejecido, es el perdedor de la Agenda Verde y de la globalización. Pero no ha dicho su última palabra.