Con su permiso
Los ricos y los bobos
Identificar riqueza con insolidaridad es bastante común entre cierta izquierda. Y si los ricos son malos los muy ricos son ya satanás
Por un momento Amador creyó que se trataba de una broma urdida con Inteligencia Artificial. Una broma tosca, sí; de poco calado, escasamente divertida y tan escuálida de argumento, que cualquiera que se topara con ella descubriría sin esfuerzo y apenas reflexión que alguien había suplantado la imagen y la voz de tan reputada personalidad pública para poner en su boca algo tan estúpido y conspiranoico como lo que se la veía y escuchaba decir. No podía ser que toda una vicepresidenta de un gobierno de la Unión Europea considerase que la alocada carrera de un puñado de señoritos ricos de las tecnológicas por alcanzar el espacio no era sino una inversión para salvarse de la destrucción del mundo que ellos, más informados que nadie, sabían perfectamente que se iba a producir.
Cuando Amador vio en internet cómo alguien había jugado con la voz y la figura de Yolanda Díaz para poner en su boca semejante memez, pensó que era el ejemplo perfecto de que estábamos empezando a llegar demasiado lejos con eso de construir imágenes y declaraciones falsas utilizando programas de Inteligencia Artificial. Qué barbaridad, se dijo, hay que encontrar la forma de conseguir que quienes tienen que legislar empiecen a tomarse en serio lo de poner límites a la manipulación que semejante herramienta permite. Quizá fuera bueno que, a la vista de ello, la propia afectada reaccionara denunciando semejante suplantación de personalidad y anunciando la puesta en marcha de medidas legislativas para empezar a ponerle coto.
Pensó. Esperó. Y nada
Porque, para su sorpresa, no se trataba de una manipulación. En absoluto. Fueron palabras pronunciadas por la señora Díaz en uno de esos actos de supuesta escucha a la ciudadanía para conocer sur problemas y pensar en soluciones. Volvió a ver la grabación. No podía creerlo. O sea, que a juicio de la vicepresidenta segunda del gobierno en funciones de España, los muy ricos tienen un plan para huir de un mundo que se va «al carajo» –palabras literales de la señora– y éste consiste en construirse naves espaciales para llegar a algún sitio que ni ella precisó ni se tiene conocimiento de que esté ubicado en lugar alguno. Lo cual, siguiendo esta tesis, no es de extrañar, puesto que si están gastándose millonadas en cohetes no van a rebelarnos a los demás mortales dónde demonios piensan viajar con ellos.
Buceando en las redes sociales ha encontrado Amador un libro escrito por un caballero de la ciencia llamado Douglas Rushkoff, sugerentemente titulado «La Supervivencia de los más Ricos» en el que sostiene la tesis de que éstos tienen un plan para dejarnos a todos atrás a la vista de cómo se están poniendo las cosas. Aquí bebe la señora.
Interesante. Sobre todo viniendo de alguien que se autodefine como «psiconauta» y defiende la tesis de que los humanos seremos en el futuro las neuronas del universo por la acción electromagnética de la Tierra. Y eso. El tipo escribe, por lo visto, en medios muy prestigiosos y asegura ver en el futuro realidades que los demás estamos lejos de imaginar, como si fuera el replicante de la primera versión de Blade Runner, pero en futuro. Sospecha algo raro Amador cuando en la mismísima portada de la edición en castellano del libro sobre los ricos y sus planes malvados hay una anotación visible que reza así: «fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos». Lo cual se parece bastante a una advertencia sobre el contenido real del libro: no se lo cree ni su autor. O al menos el editor que ha añadido tan aclaratoria frase.
Así y todo, ahí está doña Yolanda dándole pábulo al psiconauta del futuro que aventa la idea de que esto se va al garete y hay una élite que se prepara para escapar.
Esa tesis de los preparacionistas de lujo y sus cohetes a quién sabe dónde, se complementa con la idea, expuesta también por doña Yolanda, de las mansiones en zonas desérticas y ricas de Nueva Zelanda en las que se supone que se prepararían, lejos de la destrucción general universal, para iniciar ese camino de huida del desastre.
Dar todo eso por cierto quizá sea una más de las herramientas que por aquí se utilizan para buscar el desprestigio de los más ricos que, como se sabe, son los más insolidarios. Identificar riqueza con insolidaridad es bastante común entre cierta izquierda. Y si los ricos son malos los muy ricos son ya satanás. Tan demoníacos que sabiendo que el planeta se va a autodestruir en breve, no solo no hacen nada por impedirlo, sino que están concienzuda y tenazmente trabajando para poder escaparse ellos mismos. Pero sostener la tesis como cierta, enunciarla desde una tribuna pública sin pudor ni correcciones, creérselo de verdad como hace doña Yolanda, demuestra una estulticia, una falta de criterio y sensatez intelectual, un desprecio por la ciencia y la información de tal calibre que da miedo.
A no ser que ella tenga, como gobierno, información que conecte con esa historia enloquecida. En cuyo caso lo suyo sería más que para reírse o preocupar, para echarse ciertamente a temblar.
Prefiere Amador, ante la disyuntiva, tenerla por simple que por informada.
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