El trípode

Sánchez, actual Largo Caballero

El PSOE no tuvo desde la Segunda República hasta ahora un líder comparable a él –el «Lenin español», como gustaba ser aclamado– hasta que llegó Pedro Sánchez

Francisco Largo Caballero encarna la etapa más infausta de la Historia de España del pasado siglo, como Secretario General del ala comunista del PSOE e impulsor del golpe de Estado disfrazado de huelga general revolucionaria de octubre de 1934 contra el legítimo Gobierno –por ser de derechas– de la Segunda República, que ocasionó más de mil muertos y grandes pérdidas materiales. No acabó ahí su destructiva actuación, que incluyó el pucherazo electoral del 16 de febrero de 1936 que llevó al poder al primer Frente Popular. Cinco meses después, este desencadenaría la Guerra Civil tras el secuestro en su domicilio y posterior asesinato, del líder político y parlamentario de la derecha monárquica Calvo Sotelo por parte de un grupo policial al servicio del Gobierno.

El PSOE no tuvo desde la Segunda República hasta ahora un líder comparable a él –el «Lenin español», como gustaba ser aclamado– hasta que llegó Pedro Sánchez, creador de una política de bloques enfrentados que ha dinamitado el espíritu constitucional de superación de «las dos Españas», y que nos remite al infausto guerracivilismo de Largo Caballero. Llegó hace 5 años al margen de las urnas, moción de censura mediante, después de haber sido derrotado en dos elecciones en 2015 y 2016 concurriendo como candidato socialista. Como es sabido, obtuvo 90 y 84 diputados respectivamente, las dos mayores derrotas del PSOE desde 1977.

Ahora, y tras su sonora debacle en los comicios municipales y autonómicos del pasado domingo, convoca elecciones generales anticipadas en pleno verano, con casi 20 millones de españoles fuera de su residencia habitual, y con temperaturas extremas previstas de más 40º en diversas zonas de España. Se atreve a escribir que ha compartido con Hillary Clinton que la «extrema derecha y la derecha extrema» representan «la amenaza que los reaccionarios suponen para la democracia, con una estrategia que es siempre la misma: mentiras, bulos y discurso de odio». Y amenaza a continuación: «Lo hemos visto en EEUU y Brasil. En España no lo vamos a permitir».

Hay que preguntarle: ¿Qué y cómo no lo va a permitir? Con un ¿pucherazo largocaballerista? ¿Y quién es la tenebrosa señora Clinton para inmiscuirse en los asuntos internos de España «compartiendo» con Sánchez que no van a permitir que ganen los «reaccionarios»? Con la experiencia de Melilla, Mojácar, Maracena… en la retina, no es «conspiranoia» la sospecha de un pucherazo en el voto por correo, que será masivamente elegido con media España de vacaciones. Por desgracia, es una amenaza real que debe ser evitada con un control exhaustivo que garantice la limpieza de todo el proceso electoral.