El canto del cuco
Sánchez y Orban
Su desafortunada intervención tardía en el Parlamento europeo para dar cuenta del semestre español fue un broche no precisamente de oro
Acaba con más pena que gloria el semestre europeo de España. En contra de lo que preveían en La Moncloa al preparar el programa, en el que tiraban la casa por la ventana, distintas circunstancias han impedido el lucimiento de Pedro Sánchez, que hoy tiene en Bruselas peor imagen que antes. Termina el año, junto con el primer ministro húngaro, Víktor Orban, por razones distintas, contrapuestas, como los dos garbanzos negros de la Unión Europea. Ambos están bajo sospecha y bajo vigilancia. Uno aparece demasiado escorado a la izquierda con ramalazos bolivarianos, y el otro, a la derecha. Se sitúan los dos, a un extremo y al otro, en los bordes de la Unión, que nació, con espíritu liberal, de la conjunción centrista de democristianos y socialdemócratas.
Entre los aspectos positivos, o más llamativos, de la presidencia española, figuran la luz verde a la ampliación, con la futura incorporación de Ucrania y Moldavia (ya veremos para cuándo), y la novedosa ley sobre inteligencia artificial.
Han sido, sobre todo, los asuntos nacionales los que han ensombrecido el mandato sanchista. La amnistía a los separatistas catalanes a cambio de siete votos para su investidura, el consiguiente conflicto, cada vez más agudizado, con el Poder Judicial, y el riesgo de quebrantar, paso a paso, el Estado de derecho, son anomalías serias que preocupan en España y en Europa. La presencia de comunistas en el Gobierno, los tratos con Puigdemont, fugado de la Justicia y con el que Sánchez ha quedado en verse, y los pactos con los herederos políticos de ETA, tras asegurar que nunca lo haría, hace que aumente la desconfianza hacia un gobernante que no cumple lo que dice y que parece someterlo todo a su ambición de poder. Su desafortunada intervención tardía en el Parlamento europeo para dar cuenta del semestre español fue un broche no precisamente de oro. Generó una agria discusión que hizo exclamar al alemán Manfred Weber, líder del PPE, que, visto lo visto, Sánchez no encontrará empleo en las instituciones europeas. Está desahuciado. Más claro, agua.
La presidencia europea de España se torció desde el principio con el batacazo socialista en los comicios regionales y locales del 28 de mayo y la heroica decisión de Sánchez de adelantar las elecciones generales al corazón mismo del verano. Los meses siguientes, ante lo ajustado del resultado, favorable al Partido Popular, pero sin mayoría absoluta, el presidente en funciones estuvo más pendiente de tejer acuerdos inverosímiles para salvar la investidura que de los asuntos europeos. Ahora vuelve al Falcon, pero nada será ya lo mismo.
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