Opinión

Sánchez y la OTAN

Sánchez ha hecho oídos sordos, de manera que si se produce una nueva edición del bloque Frankenstein se da por seguro que habrá más de los mismo.

Sánchez intenta que el 23 J no sea un plebiscito sobre él y que sí lo sea sobre un posible gobierno del PP con la extrema derecha.

El propósito es activar a la izquierda social, altamente desmovilizada, pero no será suficiente. El rechazo a las papeletas socialistas en las elecciones municipales, vino motivado, entre otras cosas, por la política de alianzas.

Sánchez ha hecho oídos sordos, de manera que si se produce una nueva edición del bloque Frankenstein se da por seguro que habrá más de los mismo.

Sánchez tiene otra debilidad, se trata de la percepción de derrotado que existe en este momento de él. Desde Moncloa sigue experimentando, lo último ha sido la filtración de que el líder socialista podría ser el próximo secretario general de la OTAN.

Si fuese verdad, la filtración es un error mayúsculo, porque más allá de su veracidad, si desean proyectar la idea de que Sánchez es un líder con prestigioso internacional, en lugar de conseguir adhesiones puede generar el efecto contrario, porque a los votantes no les gusta ser utilizados.

En definitiva, Sánchez no consigue remontar.

Para Feijóo tampoco está siendo cómodo. Su principal quebradero es resolver como realiza los acuerdos con Vox sin que le afecte a su estrategia de camino al centro. La incorporación en listas de excargos públicos de Ciudadanos no va a equilibrar la balanza, porque si algo ha quedado quemado en los últimos años son los líderes naranjas.

El elemento que juega a favor del gallego es el profundo rechazo que genera Sánchez en amplios sectores de la sociedad, incluida la izquierda, y la sensación de que solo falta un empujón más para que se produzca un cambio de ciclo.

Los sondeos que se van conociendo amplían la ventaja del PP sobre el PSOE en relación a las elecciones del 28 M. Probablemente la sociedad española está vacunada a los mensajes desesperados de campaña, que a última hora improvisan unos y otros.

La extrema derecha no debe ser llave de la gobernabilidad del Estado, ni mucho menos estar en condiciones de sentarse en el consejo de ministros, los independentistas y podemistas tampoco.

Por eso, PP y PSOE deberían estar pensando en cómo van a gestionar el 24 J. Un escenario sin mayorías absolutas debería servir para devolver el país a la centralidad y eso depende de si ambos partidos están dispuestos a que su voto en la investidura se emita en clave de Estado o de intereses partidistas.