El bisturí

El Sanchismo coloniza las organizaciones

Es un presidente que demuestra siempre no sentir ni padecer ante las adversidades

Ajenos al descalabro electoral sufrido en Galicia, a la pérdida de rumbo de lo que antaño era el partido socialista y al hundimiento de sus socios comunistas, Pedro Sánchez y sus compañeros de viaje siguen firmes en su empeño de perpetuarse en el poder. El éxito de Alberto Núñez Feijóo y de Alfonso Rueda, y el fracaso sonado de la izquierda en los comicios del pasado domingo no han alterado ni un centímetro la estrategia de un presidente que demuestra siempre no sentir ni padecer ante las adversidades. Esta estrategia se basa en tres pilares. El primero consiste en embarrar el debate con el auxilio de sus altavoces mediáticos para sembrar todo tipo de dudas sobre la credibilidad de Alberto Núñez Feijóo, como ya vienen haciendo insistentemente con Isabel Díaz Ayuso. El segundo pilar se basa en agigantar y exprimir la deuda, pero no para impulsar las inversiones públicas productivas, construir pantanos, electrificar el país o levantar obras hidráulicas que mitiguen la sequía en ciertas autonomías infraequipadas, sino para amarrar el voto cautivo y subvencionado. Da cuenta de ello LA RAZÓN, informando de que desde que Sánchez llegó al Gobierno, el débito público de cada españolito se ha incrementado en alrededor 8.000 euros. Un dinero que antes o después habrá que abonar con creces y que sirve ahora para regar de prebendas a colectivos susceptibles de votar al PSOE. Daniel Lacalle da cuenta a su vez en estas mismas páginas de las aberrantes cifras económicas que nos están dejando el presidente y sus acólitos, y que pueden resumirse en más impuestos, más empobrecimiento, menos consumo privado, menos inversión y más Estado. El tercer pilar de esta estratagema para atornillarse al poder pasa por fagocitar todo tipo de organizaciones de la sociedad civil y profesional, y empresas y organismos públicos o situados en la órbita de lo público. Mientras la economía se desangra, el presidente y sus corifeos colonizan lo que en derecho político se conoce como entes interpuestos para acallar las críticas, y dominar desde ellos el discurso público. «Según el Gobierno va perdiendo el poder, se va embruteciendo y ese proceso de colonización de instituciones para extender ese poder que no le han dado en la calle crecerá y crecerá de manera irrespirable», avisa Díaz Ayuso. Y está en lo cierto.

En Sanidad, este proceso se ha larvado desde hace años y sus efectos pudieron contemplarse en la pandemia, cuando numerosas sociedades científicas callaron ante las aberrantes directrices que emanaban del Ministerio de Sanidad. Hoy, la fagocitación se extiende a organizaciones dedicadas a la gestión, la representación de los pacientes, los colegios profesionales y las entidades que actúan de altavoz de médicos, enfermeras y farmacéuticos. Algún presidente de estas entidades afirma sin pudor que la actuación del Gobierno fue buena en la lucha contra el virus y que éste se hace eco actualmente de las reivindicaciones profesionales, pese a que sus representados no han parado de empobrecerse y perder peso desde que Sánchez está en el poder. En la economía, la infiltración llega también a todo tipo de entidades, como sucede con parte de la Justicia, y alcanzará su culmen cuando los socialistas teledirijan la nueva Comisión Nacional de la Energía o el Banco de España que hoy comanda el incómodo Hernández de Cos. Los ejemplos previos de esta colonización son múltiples, y abarcan desde la minera Hunosa hasta la Agencia Efe, pasando por Hispasat, Correos, Enresa, Aena o Renfe.