La situación

La sorpresa de mayo

«Romper supondría reconocer que Sánchez se equivocó al asociarse con los independentistas vascos»

Los sesudos estrategas de los partidos políticos suelen ocupar meses en la preparación de las campañas electorales. Analizan sondeos, buscan y rebuscan en la hemeroteca cualquier elemento que pueda dañar a sus rivales, marcan el camino a seguir, eligen los asuntos que benefician a sus candidatos y tratan de controlar la agenda para llevar la iniciativa política en el camino hacia las urnas. Pero, ¿se puede controlar todo?

Desde hace décadas, cada vez que en Estados Unidos se acerca la fecha de las elecciones presidenciales, que siempre son en noviembre, se hace referencia a la bautizada como «sorpresa de octubre». Fue definida como ese inesperado elemento perturbador (disruptor, que gustan de decir los anglófilos) de última hora, en palabras del analista político americano Willian Safire. Es esa revelación novedosa o ese truco o ese titular de prensa inesperado o esa maniobra diplomática que nadie tenía en el radar y que, de repente, condiciona la campaña.

Pedro Sánchez ha tenido durante semanas la iniciativa con sus asuntos favoritos: la vivienda, Doñana y las generosas medidas para jóvenes y jubilados. Y creyó que la sorpresa de mayo que condicionaría a su favor su ruta hacia el 28M sería la repentina convocatoria del presidente Joe Biden a la Casa Blanca, justo el día en que empezaba la campaña electoral oficial. Pero la sorpresa de mayo no ha sido esa, sino los 44 etarras en las listas de Bildu, uno de los partidos que, en palabras de Pablo Iglesias (a quien Sánchez hizo vicepresidente del Gobierno) «está en la dirección de Estado». La sala de máquinas de Moncloa no tenía planes preparados para una contingencia de este tipo y, en caliente, ordenó a los suyos guardar silencio en la esperanza de que la tormenta escampara en 24 o 48 horas. Eso no ocurrió. Y la orden posterior de salir en tromba a los medios a criticar a Bildu resultó tardía y, aún peor, poco creíble si no va acompañada de una ruptura con ese partido. Pero romper supondría reconocer que Sánchez se equivocó al asociarse con los independentistas vascos, y arriesgaría una posible reelección en diciembre. Toca recomponer la estrategia.