Holocausto

El Holocausto y el poder de las palabras

España y el Reino Unido formamos parte de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto y juntos, desde este organismo, colaboramos en la educación y difusión, el recuerdo y la investigación sobre la Shoa, como se denomina en hebreo. Una labor que es imprescindible

La Razón
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Hoy, el aniversario de la liberación del campo de concentración Auschwitz-Birkenau, es también el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, y por ello esta semana quise ir a ver la exposición «Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos» que estará en el Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid hasta el mes de junio.

La muestra sobre el terrible campo de concentración en el que murió más de un millón de personas me causó una honda impresión, y desde luego, recomiendo ir a verla a los lectores, especialmente a los jóvenes. Si queréis otra razón, Eli Wiesel mencionó una muy importante: «Olvidar no solo sería peligroso, sino ofensivo».

Allí tuve el privilegio de saludar a otro superviviente de la barbarie de Auschwitz, Noah Klieger, una persona que sufrió atrocidades que nosotros, con nuestra vida normal, no podemos siquiera imaginar. Klieger, como Wiesel y muchos otros supervivientes, ha dedicado su vida a contar el horror que vivió para que no olvidemos, para que no lo repitamos.

Cada año, el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto elige un lema diferente con el que podemos aprender algo nuevo sobre el pasado y este año es «el poder de las palabras». ¡Qué acertado! Porque cuánto dolor, y a la vez cuánta esperanza, pueden provocar las palabras. Aunque al mismo tiempo, otro superviviente del genocidio nazi, Primo Levi, dijo: «Por primera vez nos dimos cuenta de que a nuestro lenguaje le faltan palabras para expresar esta ofensa, la demolición de un hombre».

Las palabras intervinieron en el Holocausto, así como en genocidios posteriores como el de Ruanda, como propaganda que generaba odio, que reforzaba estereotipos negativos o que alimentaba las persecuciones. Pero las palabras también se pueden utilizar para resistir, para mostrar solidaridad o para dar ánimo. Muchos supervivientes dicen que hablar de lo que pasó les sirve para reconciliarse con el pasado, para honrar a los fallecidos e igualmente como advertencia para todos.

Hoy, aquí, quiero recordar las palabras de los seis millones de judíos que fueron silenciados, y lo siento casi como una obligación. En mi país el Gobierno está comprometido con asegurar que la sociedad aprenda las lecciones del Holocausto para que el fanatismo y los prejuicios no tengan oportunidad de echar raíces.

Esta semana hemos rendido homenaje a ocho héroes británicos que contribuyeron a salvar la vida a muchos judíos antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Algunos de ellos eran diplomáticos, al igual que el español Ángel Sanz Briz. Entre ellos se encuentra John Carvell, cónsul general en Múnich, que salvó a 300 judíos internados en el campo de concentración de Dachau tras emitir unos salvoconductos que les permitían escapar de los nazis. ¿Cuál era su «crimen»? Estar casados con alemanas no judías y por tanto, cometer «actos impuros».

España y el Reino Unido formamos parte de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, y juntos, desde este organismo, colaboramos en la educación y difusión, el recuerdo y la investigación sobre la Shoa, como se denomina en hebreo. Una labor que es imprescindible, porque siete décadas después, por desgracia, el genocidio no es algo del pasado, y sigue habiendo antisemitismo.

Voy a terminar con más palabras, esta vez del rey Felipe VI, al que pude escuchar personalmente en la ceremonia que tuvo lugar en el Senado el Día del Holocausto de 2015. Además de un recuerdo especialmente emotivo para los españoles y sefardíes asesinados en los campos, el Rey, que llevaba unos meses en el trono, fue contundente: «El Holocausto representa una derrota sin paliativos a manos de la maldad, el embrutecimiento y la ignorancia».

Aprendamos del poder de las palabras y saquemos el máximo provecho de ellas para contar lo que pasó, aprender de los errores del pasado e impedir que la barbarie y el horror se vuelvan a repetir.