Luis Alejandre
El servicio militar en campaña
«Aux armes, Citoyens!» parecía haberse quedado solo como parte de la electrizante letra de su Marsellesa. Pero en la campaña electoral francesa, que celebra este domingo la primera vuelta de sus comicios presidenciales, ha renacido el tema del Servicio Militar Obligatorio. Tres de los cuatro previstos finalistas –Le Pen, Melen-chon y Macron– han incluido en sus programas el recuperar la conscripción especialmente orientada como «escuela de ciudadanía». El servicio militar obligatorio fue suprimido por Jacques Chirac en 1996, juzgado entonces como arcaico e injusto socialmente porque no encuadraba a todos los jóvenes por igual. Sólo François Fillon no lo ha incluido en su programa, al igual que tampoco lo ha hecho el candidato socialista Benoît Hamon, que en el pasado debate televisivo del 4 de abril se mostró en desacuerdo con un argumento discutible: «Sería convertir a los jóvenes en blanco de los yihadistas como ya lo han sido los de la operación Sentinelle».
«En el contexto en que vivimos, el de una sociedad fracturada, con amenazas terroristas, es importante encontrar una forma de cohesión nacional, un momento en que todo el mundo se integre y se reúna», ha citado Emmanuel Macron, que opina que una formación militar básica para la juventud «crearía lazos» como los creaba en el pasado. El candidato de «En marche!» propone una formación de un mes para todos los jóvenes comprendidos entre los 18 y 21 años.
Por su parte, Jean-Luc Melenchon, el candidato de «la France insoumise», propone una formación militar en el cuadro más amplio de un «servicio ciudadano obligatorio» donde los jóvenes serían incorporados a tareas de interés general tales como apoyos a la población, seguridad pública, defensa, protección del medio ambiente, etc. Su duración sería de nueve meses remunerados, a realizar antes de cumplir los 25 años.
Para Marine Le Pen, se trataría de «desarrollar el patriotismo entre la juventud». La duración sería de tres meses y también incluiría funciones de protección civil y apoyos a la población.
Por supuesto hay opiniones para todos los gustos. Forma parte de la nostalgia colectiva, dicen unos, pero su restablecimiento en la forma tradicional no respondería a los deseos de la sociedad francesa ni tampoco a las aspiraciones de la juventud actual. Se han valorado los costes de las iniciativas cuando se habla de 700.000 jóvenes por año y se carece de instalaciones con las que contaban los ejércitos años atrás. En este sentido, son más que interesantes las opiniones de representantes de las Fuerzas Armadas: si los jóvenes crecen con carencias educativas, que sean los enseñantes quienes las corrijan; el Ejército no puede asumir la función de encuadramiento y de reinserción social; ya existen mecanismos como el servicio militar voluntario creado por François Hollande en 2015 precisamente para mitigar el paro juvenil; las guerras son hoy en día muy tecnificadas; los soldados deben ser personas formadas en múltiples aspectos y para operar en el exterior en condiciones duras.
Tampoco se han hecho esperar las opiniones de líderes juveniles: ya existe un servicio civil indemnizado sobre la base del voluntariado y que se desarrolla en el marco de un proyecto asociativo. Un servicio obligatorio, cualquiera que sea su forma, entraña una visión paternalista y autoritaria de la formación de la juventud. ¿Cómo puede creerse que un servicio militar obligatorio puede llevar a la juventud a su emancipación?
No creo que estas propuestas sean decisorias en esta primera vuelta. Hay otros temas que preocupan más a los franceses. Peor es la frialdad con que se afrontan, en la que la abstención puede ser la opción ganadora. Ya imagina el lector en quién pienso. Hemos hablado de cohesión, de patriotismo, de integración, de formación, de emancipación de nuestra juventud. Hemos hablado de modelos pasados en que ciertamente el servicio militar creó lazos, estimuló relaciones, independizó y formó a parte de nuestra juventud, pero también dejó rastros de injusta ejecución y de diferente compromiso social.
Mantengo frecuentes contactos con asociaciones de veteranos, orgullosos de haber servido en unidades de «riesgo y fatiga», como señalan nuestras Ordenanzas. Son los que mejor valoran el servicio tras prestarlo en el Sáhara, Ifni, Compañías de Operaciones Especiales, en aquellas magníficas Unidades de Montaña, en Paracaidistas, en la Legión, en tantas unidades de guarniciones menos brillantes, pero igualmente bien formadas. Conservan buen recuerdo de su formación no solo militar sino humana. Otros, se escudarán en la pérdida de tiempo, en los duros horarios o en la sobriedad de los menús para justificar su otro punto de vista. Muchos sirvieron –una ley les avalaba– como objetores de conciencia en servicios de interés general. Pero adosados a ellos, aparecieron otros «objetores de conveniencia», algo que ya presagiaba la aparición de unas generaciones menos solidarias.
Noruega, Finlandia, Dinamarca mantienen el servicio militar. Se añadirá Suecia en 2018. Alemania lo piensa. ¿Francia? ¿Sólo tema de campaña electoral?
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