Fuerzas Armadas
En los mares del norte
Tampoco es una oferta para este verano, ni se ofrece en las promociones de última hora. Pero tenemos españoles veraneando por aquellos mares. En esta serie referida a las especiales vacaciones de nuestros soldados y marineros, tendemos a fijar nuestra atención en las elevadas temperaturas que soportan muchos de ellos en Djibouti, allá por el Cuerno de Africa, en Besmayah al sur de Bagdad o en Bangui la capital de la República Centroafricana. Pero hay otros –iba a decir que han elegido y no es así exactamente– cumpliendo misiones en mejores condiciones de temperatura, aunque a costa de navegar en aguas revueltas como son las del Atlántico oriental, el mar del Norte o el Báltico. Nada que ver con las plácidas y seguras de nuestros Mediterráneo o Atlántico.
231 españoles embarcados hoy en la fragata «Méndez Núñez» veranean por estos mares sin el «glamour» de los cruceros o yates de lujo, pero con la satisfacción de cumplir con su deber. Al mando de ellos y de la primera Agrupación Naval Permanente de la OTAN (SNMG1), el contralmirante español José Enrique Delgado Roig, con mandato para todo 2016. En la Agrupación han participado o participan unidades de Reino Unido, Noruega, Portugal, Dinamarca, Alemania y Holanda prácticamente los mismos países, junto a Canadá y Polonia, que proporcionan miembros al Estado Mayor del Almirante.
Uno de los tripulantes de la «Méndez Núñez» reconoce que «cuando salimos se veía en las caras la ilusión de la gente por emprender una navegación con muchos y buenos puertos». Luego añadirá que «tras un corto pero intenso permiso de verano de diez días disfrutado a finales de julio, las caras eran diferentes». Imagino cómo suspirarán en noviembre.
Por supuesto ni una queja. «Cuando estás, es cuando realmente disfrutas del trabajo; además hoy en día el contacto con los nuestros es muy asequible gracias al teléfono y al whatsapp –aunque muuuuy lento– (sic), al que podemos acceder desde el barco».
Las Agrupaciones Navales Permanentes de la OTAN están concebidas como fuerzas de respuesta inmediata y despliegan sus barcos para garantizar la seguridad en zonas «operacionalmente relevantes», una forma sutil de denominar a las inestables o amenazadas. Con su presencia, enarbolando la bandera de la Alianza, deben proporcionar confianza a los países aliados y a los que no lo son. Se debe, como decía recientemente el almirante Delgado, «estar siempre listos, en cualquier momento, en cualquier lugar». No sólo se visitan puertos, sino que se realizan ejercicios de adiestramiento y mejora de la interoperabilidad con unidades de otros países amigos.
El lector comprende bien que no se trata sólo de misiones disuasorias, de primeras intervenciones, sino de ejercer el importante papel de crear un entorno de seguridad apoyado en la confianza que da el conocimiento mutuo. De este conocimiento nace el respeto y del respeto, este entorno. No es baladí esta presencia. La Alianza no acostumbra a dar puntadas sin hilo, como decimos coloquialmente. También me entiende el lector, estando los países bálticos de por medio.
Y no debe extrañarnos una vez más el compromiso de España –en este caso de nuestra Armada– en aspectos que afectan a la seguridad global. Por supuesto lo que afecta a los mares del norte de Europa y a sus países ribereños nos afecta. Creo que poco a poco lo va comprendiendo nuestra sociedad, aunque el tema no se incluya en las transacciones políticas que se barajan estos días. ¡Como si la seguridad no importe a nuestra clase política!.
Tampoco debe extrañar nuestra reconocida capacidad para liderar agrupaciones multinacionales. Sobre la base de una buena formación, toda una generación ha crecido en este ambiente y lo sabe hacer muy bien. Piense el lector cómo integraría a personas de siete países en su inmediato equipo de trabajo y que su ámbito de responsabilidad tuviese una extensión quince veces mayor que la de España.
Es bueno, además, reconocer que esta generación sale de una sociedad también rica, solidaria y culta, aunque algunas veces parezca que sus virtudes estén tímidamente agazapadas bajo opciones políticas, que no sé si son capaces de comprender lo que representan unos servidores públicos –y aquí incluyo a una amplia gama de servicios civiles y militares– preparados, vocacionales, dispuestos, que constituyen una de las columnas mas importantes sobre la que se asienta nuestra sociedad.
«Hombres y mujeres –me dicen– que en algunos casos estarán lejos de casa durante todo el año, en un medio muchas veces hostil como es la mar, especialmente en el mar del Norte, echando de menos a la familia y los amigos, pero con el orgullo de servir a España allí donde se les demanda». Otra vez se repiten estas bellas palabras. Pero esta vez no impregnadas del sudoroso calor del Ecuador y los Trópicos, sino del pesado balanceo y el húmedo y fresco salitre de los Mares del Norte.
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