M. Hernández Sánchez-Barba

Gonzalo Pizarro

Después de tres meses llegaron a orillas del río Napo, uno de los mayores afluentes del Marañón. Allí construyeron un buque, en el que se embarcó Francisco de Orellana con cincuenta hombres, con orden de detenerse en la confluencia del Napo con el Marañón

La Razón
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Era hijo bastardo de Gonzalo Pizarro «el Largo», coronel de Infantería que luchó en Italia a las órdenes del Gran Capitán. Marchó a Perú con su hermano Francisco, el más veterano en América, de gran renombre, porque en un solo golpe, en Cajamarca, venció e hizo prisionero al Inca del Tahuantisuyu, Atahualpa, convirtiéndose, tras una guerra de pacificación, en conquistador del Imperio incaico, cuya capital pasa del Cuzco inca a la Ciudad de los Reyes española. Los Pizarro era una familia de Trujillo, desde la cual los cuatro hermanos que siguieron la llamada de América y la primacía de Francisco fueron Hernando, Gonzalo y Juan. Todos ellos merecen ser destacados por sus hechos y acciones guerreras en el Perú, hasta el punto de gozar en vida y muerte, pero Gonzalo fue considerado primera lanza entre todos los conquistadores de Indias y gobernador de Cuzco, que defendió al mando de ciento setenta españoles contra el ataque de doscientos mil quechuas al mando del Inca Manco Capac. Tiempo después (1539), fue encargado del gobierno de Quito, de donde partió al frente de una expedición con trescientos cuarenta españoles y cuatro mil indígenas para someter un territorio conocido con el atractivo nombre de «El Dorado».

Fue una dura expedición a través de abruptas montañas cubiertas de nueve y llanuras pantanosas donde las constantes lluvias hacían penosísimas las jornadas. Después de tres meses llegaron a orillas del río Napo, uno de los mayores afluentes del Marañón. Allí construyeron un buque, en el que se embarcó Francisco de Orellana con cincuenta hombres, con orden de detenerse en la confluencia del Napo con el Marañón. Tentado por la fama, Orellana despreció las órdenes y descubrió el río de las Amazonas, llegó hasta su desembocadura en el Atlántico y regresó a España. Enormemente contrariado por lo que consideró una deserción, Gonzalo Pizarro, que se encontraba a gran distancia de Quito, emprendió la retirada, en la que sólo pudo alimentar a sus hombres de raíces y reptiles, obligados a comerse el cuero de las sillas de los caballos y de sus cinturones. A los dos años de su partida consiguió llegar a Perú, con sólo ochenta de los que partieron a la búsqueda de El Dorado.

Durante la ausencia de Gonzalo habían ocurrido graves sucesos en el Perú. El primero, y uno de los más trascendentales, la guerra de los almagristas, en la que el gobernador Francisco Pizarro había sido asesinado e igualmente el joven hijo de Almagro. El Licenciado Vaca de Castro había impuesto su autoridad; Gonzalo Pizarro le ofrece su ayuda, lo que no aceptó Castro, por lo cual Gonzalo se retiró a su repartimiento de Las Charcas. El Rey Carlos I y el Consejo de Indias decidieron nombrar Virrey a Blasco Núñez de Vela, encargado además de poner en ejecución las Leyes Nuevas de 1542, absolutamente contrarias a las encomiendas de pobladores y vecinos. A petición de éstos, Gonzalo Pizarro se alzó en 1544 contra el Virrey para «suplicar» contra las Leyes Nuevas. En Cuzco fue recibido con aclamaciones generales, se apoderó del tesoro real, organizó tropas y entró sin resistencia en Lima. La Audiencia le otorgó el título de Capitán General. Núñez de Vela le combatió y en la batalla de Añaquito (18 de enero de 1546) el Virrey fue vencido y muerto. Gonzalo Pizarro, en posesión del gobierno, envió a España a Lorenzo de Aldana para explicar su conducta. Pero Carlos I envió a Perú, con poderes ilimitados, a Pedro de La Gasca, con el título de «Pacificador», que llegó a Panamá, ofreció el perdón a los sublevados y derogó las Leyes Nuevas. Pizarro envió a su amigo Hinojosa con un regalo de cincuenta mil pesos, pero el enviado y el soborno de Gonzalo fueron rechazados e Hinojosa reconoció la autoridad real y entregó al representante del Rey la escuadra.

Pizarro decretó el procesamiento de La Gasca. En guerra abierta, Pizarro fue derrotado en la batalla de Xaquixahuana (9 de abril de 1548) y en el mismo lugar de su derrota sufrió la afrentosa muerte de los traidores, rebelados contra el Reino y las Leyes. El célebre cronista Garcilaso de La Vega le describe en su «Historia general del Perú» de manera benevolente, negando su reputación de hombre arrogante y perverso.