
Tribuna
Trump y la diplomacia del revólver
En la actualidad las fronteras exteriores de la UE se han convertido en un anillo de inestabilidad. Y este balance es consistente con el seguidismo político, el exceso de perfiles tecnócratas y la falta de oficio diplomático de la UE
Con la vuelta de Trump a la Casa Blanca el enfoque político-militar de la saliente Administración Biden respecto a la guerra en Ucrania ha sido objeto de una ineludible revisión. Este hecho tiene a la UE y sus Estados miembros vacilantes, pues entienden que un cambio de orientación de EE. UU. en el Este se hace en detrimento de los intereses del bloque comunitario. Asimismo, se empieza a asumir que la Administración Trump busca condicionar a los países comunitarios con el propósito de inducirlos a alinear, aún más, sus compromisos económicos en el seno de la Alianza Atlántica con la actual visión estadounidense.
De hecho, ya ha empezado a proyectarse sobre la UE la rudeza de las acciones políticas de la Administración Trump. El mandatario estadounidense apuesta por la estrategia del ultimátum y la diplomacia del revólver, sobre todo frente a aquellos actores que considera subalternos o los que se caracterizan por su dependencia estructural respecto a EE. UU. Estas herramientas le permiten a Trump y a su equipo de gobierno obtener óptimos resultados en negociaciones exprés sin siquiera tener que consumar el ultimátum o apretar el percutor. El compulsivo reclamo de Groenlandia va en esta dirección.
Los efectos de esta práctica político-diplomática –la humillación y escarmiento del otro– los han experimentado, recientemente, tanto en el plano concreto como en el retórico, países como Dinamarca, Canadá, México, Brasil, Colombia o España. La presencia de fuerzas parlamentarias nacionales que simpatizan abiertamente con la corriente política que propugna Trump es, en términos generales, el denominador común entre quienes han sido objeto de este agresivo enfoque. Asimismo, se presume que la precondición para el despliegue eficaz de este tipo de estrategia es la existencia de gobiernos divididos y sociedades donde son predominantes la falta de consensos sociales y la ausencia de pactos de Estado entre las principales fuerzas políticas.
Aunque resulte prematuro saber cuál es el objetivo global que persigue la Administración Trump, existen elementos que permiten ser interpretados a la luz de la soterrada pugna con China, país al que EE. UU considera su verdadero rival sistémico. Entre estos llama la atención que los países a los que se dirige la agresividad política estadounidense sean, principalmente, occidentales o socios de estos. Esto genera sugestión y zozobra a partes iguales en Europa y en América Latina. La dirección del frenético arranque de mandato de Trump deja entrever, por consiguiente, que este quiere disciplinar a sus socios y aliados para encarar, sin fisuras, la batalla política, económica y comercial con el gigante asiático. Y aunque su conducta pueda parecer impredecible e improvisada, lo cierto es que tiene método.
La cuestión es, ¿busca Trump reciclar el eje Occidente-Oriente para contraponerlo al marco Norte-Sur que propone China? Si este fuera el caso, sería interesante saber en qué lado del eje situará a Rusia. Y lo que es más importante: ¿En qué posición quedará la UE? Pues, por donde se mire, a esta no le cuadran las cuentas, ni las económicas ni las geopolíticas. Por ejemplo, de los 175 billones de dólares que se calcula que EE. UU. ha asignado a Ucrania desde que inició la invasión rusa, una gran parte de este monto se ha destinado a la compra de armamento estadounidense, por lo que se trata de un dinero que nunca ha salido de Washington y, por tanto, nunca ha llegado a Kiev. ¿Podemos afirmar lo mismo del dinero que la UE y sus Estados miembros han asignado a Ucrania? Difícilmente. Y no es solamente por el hecho de que la UE acuda a mercados extracomunitarios para adquirir material militar que luego envía a Ucrania. La desorbitada factura que viene pagando por la compra de gas natural licuado estadounidense, tras renunciar al gas natural ruso, define con meridiana claridad las proporciones de las macro ganancias y las macro pérdidas de unos y otros.
En el plano geopolítico, la situación comunitaria no es mucho mejor. La UE se ha aferrado a una visión cínica de la realidad concreta de la guerra en Ucrania. Es comprensible que este país, dada la desesperada situación que atraviesa, no tenga otra opción que emprender acciones como las de Kursk para mantener alta la tensión y la atención en el frente y así justificar el apoyo de los países occidentales. Sin embargo, no es entendible, si no es por pura contumacia, que la UE haya alimentado durante tanto tiempo la idea de que enviar armas significa mejorar la posición negociadora de Ucrania. Esta premisa dejó de ser creíble en 2023 tras fracasar la contraofensiva ucraniana.
En la actualidad las fronteras exteriores de la UE se han convertido en un anillo de inestabilidad. Y este balance es consistente con el seguidismo político, el exceso de perfiles tecnócratas y la falta de oficio diplomático de la UE.
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