
Tribuna
Ucrania: ¿paz negociada o paz impuesta?
La realidad actual es que Ucrania y la UE están más lejos de una paz negociada y más cerca de una paz impuesta. En esta disyuntiva, la duda es si será Rusia o EE. UU. quien les imponga la paz

La creencia general en Occidente de que el ejército ruso había mostrado un pobre desempeño en el inicio de la invasión de Ucrania indujo a los países de la OTAN y la UE a adoptar una actitud político-militar maximalista. Esta postura los llevó a deslizar la idea de que la resolución de la guerra sería en el campo de batalla –a favor de Ucrania–, y no en mesas de negociación diplomática.
La dupla Biden-Johnson, deseosa de decantar el statu quo en la península de Crimea y garantizarse así una mayor proyección en el Mar Negro, persuadió a las autoridades ucranianas en abril de 2022 acerca de la inconveniencia de suscribir un acuerdo de paz con Rusia en Estambul. La premisa anglosajona consideraba prematuro alcanzar un acuerdo con Rusia, pues entendía que Ucrania tenía margen para recuperar todos los territoriales perdidos e incluso volver a ejercer control sobre la totalidad de las fronteras de 1991.
Entre ayudar a planificar la paz o apoyar una escalada, las potencias occidentales prefirieron la segunda opción. La idea de provocar una derrotar estratégica a Rusia parecía algo factible a juzgar por los resultados. Hoy resulta innegable que los fundamentos de esa premisa fueron erróneos. Las negociaciones de paz de Estambul de 2022, cuyo objetivo era alcanzar un arreglo que evitara evolucionar hacia una guerra de atrición, le hubieran ahorrado a Ucrania incalculables vidas humanas y la destrucción del país.
Es cierto que se trataba de unas negociaciones que, en esencia, fueron dictadas por Rusia. No obstante, después de casi tres años de guerra, las condiciones para establecer la paz en Ucrania no han mejorado para este país. Éstas se han hecho más penosas tanto para este país como para la UE, no así para Rusia. Y, lo que es peor aún: las garantías de seguridad colectiva para Ucrania seguirán siendo un espejismo.
La maximalista estrategia anglosajona ha sido política y militarmente improductiva. Cada vez que las potencias occidentales han proporcionado algún tipo de nueva capacidad militar a Ucrania, Rusia ha respondido haciendo uso de otras capacidades bélicas para mantener el equilibrio táctico y estratégico sobre el terreno. Este hecho permite presuponer que, más allá de la natural belicosidad dialéctica –la opinión pública es un tablero donde siempre se libra una parte importante de la guerra–, tanto EE. UU. como Rusia entienden que la estrategia de escala que lleva Occidente en Ucrania es incremental y, por tanto, racional.
La discutible eficacia de las sanciones y la dudosa efectividad de las llamadas a los países del Sur Global para prevenirles acerca de la amenaza común que representaría Rusia lleva tiempo provocando desánimo entre las élites políticas occidentales. La percepción de amenaza común incluso pierde fuerza entre los propios países occidentales. Estados miembros como Hungría y Eslovaquia o países con perspectiva de adhesión como Serbia y Georgia se han opuesto sistemáticamente al dirigismo que proviene de Bruselas y de Washington. Este cuadro se ha visto reforzado con la reciente derrota demócrata en EE. UU.
La reelección de Donald Trump está provocando más dudas que certezas entre los países comunitarios quienes, junto a la Administración Biden, lo habían confiado todo a la escalada militar y al colapso estratégico de Rusia. Dado que estamos ante un juego de suma cero, si la UE y sus Estados miembros no logran la derrota estratégica de Rusia, la lógica de la proximidad indica que la derrota la tendrá que asumir la otra parte. En el plano militar, Ucrania; en el político-económico, la UE y el conjunto de países comunitarios.
Aunque el regreso de Trump a la Casa Blanca no constituya en el corto plazo una interrupción drástica de los esfuerzos de guerra occidentales en apoyo a Ucrania, el curso de acción de este conflicto obligará a la UE y sus Estados miembros a asumir una posición política más resoluta respecto a la Administración Trump o más obsecuente ante la misma. Ante el cambiante panorama internacional actual, no es descartable que las urgencias de otras prioridades geopolíticas puedan llevar a Trump en el medio plazo a buscar algún tipo de arreglo con Rusia respecto a Ucrania, prescindiendo de los intereses políticos de los aliados europeos.
Durante las primeras etapas del conflicto, Ucrania se dejó animar por terceras potencias para continuar en sus esfuerzos de guerra. Los líderes políticos que los alentaron ya no están al frente del gobierno en sus respectivos países. La UE y la gran mayoría de sus Estados miembros, en todo este tiempo, escatimaron todos los esfuerzos posibles para desplegar su capacidad de mediación diplomática. La realidad actual es que Ucrania y la UE están más lejos de una paz negociada y más cerca de una paz impuesta. En esta disyuntiva, la duda es si será Rusia o EE. UU. quien les imponga la paz.
Youssef Louah Rouhhoues analista de asuntos internacionales.
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