La jungla

Los últimos estertores de la muerte de Podemos

Nadie sabe qué hizo Iglesias como vicepresidente ni en qué contribuyó a mejorar la vida de los españoles

Unidas Podemos, el partido surgido de las nada espontáneas concentraciones del 15-M con el ficticio objetivo de regenerar la vida pública española, sufre los últimos estertores de la muerte. El adiós de Ada Colau, José María González «Kichi» y Joan Ribó de los ayuntamientos de Barcelona, Cádiz y Valencia ha sido el golpe definitivo para un movimiento que ya sufrió el estoque de manos de Isabel Díaz Ayuso cuando expulsó de la política a Pablo Iglesias (PI), y que acaba de recibir el descabello durante las autonómicas de manos de los ciudadanos y de una de los suyos, la camaleónica Yolanda Díaz, con Alberto Garzón, Irene Montero e Ione Belarra como principales sacrificados. El primero se apartó antes de que le echaran. A la segunda le han dado la puntilla para que se vaya y no vuelva, y a la tercera se la propinarán en breve porque en vez de sumar, resta, y eso no lo tolera ya la malherida ultraizquierda, especialista en desatar purgas internas. Aunque no es objeto de este análisis, conviene recordar que Unidas Podemos creció a la sombra de la crisis financiera que golpeó con especial saña a España. La nefasta política económica del anterior Gobierno socialista, que no supo ver el shock que llegaba y tampoco atinó luego a poner los remedios necesarios para superarlo, precipitó unos recortes imprescindibles para salvar al país de la quiebra. El resultado fueron miles de parados y la desesperanza entre la población. Iglesias y sus compañeros de viaje estuvieron finos y supieron sacar provecho del dolor ajeno. En poco tiempo, y con ayuda de un amplio aparato mediático, lograron culpar al PP de todos los males, aprovechándose inteligentemente de los lamentables coqueteos de esta formación con la corrupción. Para eclosionar como partido, atrajeron a los golpeados por la crisis y a los descontentos, fagocitaron los rescoldos de Izquierda Unida y atrajeron a los antisistema y algunos núcleos independentistas, especialistas en la agitación y propaganda, y en los movimientos asamblearios. Un bloque que ha terminado finalmente de estallar tras su paso por el poder. La crónica de la saga/fuga de PI y del ocaso de este partido no es otra que la historia de un fracaso en la gestión, aderezado de contradicciones inexplicables, amores y desamores, grandes dosis de incompetencia y escenas alta traición. Su tránsito por el Gobierno ha sido desolador y ha pesado como una losa en el cuello de Pedro Sánchez. A estas alturas, nadie ni entre los más adeptos a este movimiento sabe realmente qué hizo Iglesias durante su etapa como vicepresidente ni en qué contribuyó a mejorar la vida de los españoles. Tampoco supera el corte Alberto Garzón, ministro de un Ministerio ficticio, el de Consumo, que ni hacía falta ni ha hecho nada de provecho en este tiempo. De Montero, poco hay que decir. Más allá de sus sandeces dialécticas, los resultados hablan claro acerca de su gestión. El bagaje de su Ministerio inútil, el de Igualdad, consiste en centenares de depredadores sexuales beneficiados por la ley del «sólo sí es sí» y un aumento disparatado de los casos de violencia de género. Desde este punto de vista, las mujeres se encuentran hoy peor que hace cuatro años. ¿Y qué decir de Belarra? Que su ley de bienestar animal es un disparate de tomo y lomo. En el plano autonómico, Colau ha convertido la bella Barcelona en un vertedero de suciedad en el que delincuentes y okupas campan a sus anchas. Un desastre, en fin.