Apuntes

La Unión Europea, esa incoherencia...

A Abascal no le gustan los socialistas, cierto, pero no se justifica aliarse con los amigos de Putin

Se entiende que haya gente que no quiera ir con los socialistas ni a heredar, pero de ahí a juntarse con un aliado objetivo de Putin, como es el húngaro Viktor Orbán, tiene difícil explicación, más que nada, porque son los ucranianos quienes están poniendo los muertos en el frente de batalla y las disputas intraeuropeas señalan al Kremlin el camino a seguir. Hablamos, claro, del giro de Santiago Abascal, que ha dejado tirada a su amiga Giorgia Meloni y se ha convertido en amigo de hecho de los rusos. El problema es que la Unión Europea funciona en realidad como una asociación de Estados soberanos y es en las capitales respectivas donde se deciden las cosas de comer. Y si los que mandan consideran que una coalición entre el centro derecha y los socialdemócratas, con los liberales de aditamento, es lo mejor, ya pueden protestar esos nuevos patriotas que van a tener a la tía Ursula al frente de la Comisión los años que hagan falta.

En el caso de Abascal, yo no me haría muchas ilusiones, entre otras cosas, porque los diferentes jefes de gobierno europeos han leído perfectamente el resultado de las últimas elecciones comunitarias y, salvo ejemplos extremos como el de la ministra Teresa Ribera, van a darle un bajonazo a la Agenda 2030, que es, junto con la inmigración irregular, el caldo de cultivo de los votos de protesta que han nutrido los partidos más conservadores.

Los que somos conversos del «calentamiento global» y, por supuesto, podemos permitirnos algunos sobrecostes energéticos y en la movilidad individual, es decir, seguir viviendo estupendamente como si el planeta no se fuera a acabar mañana, estamos muy preocupados sinceramente porque los socialistas son expertos en predecir los cambios del viento populista y ahí los tienen votando con entusiasmo los aranceles contra los coches eléctricos chinos, incoherencia política de traca si de lo que llevan blasonando es de su compromiso con la salud de la tierra y la reducción de las emisiones de CO2. Pero es que los progres son así y no lo pueden remediar. En cuanto huelen el peligro electoral hacen lo que sea, incluso, subvencionar los combustibles fósiles, el diésel y las gasolinas, como hizo el gobierno de Pedro Sánchez con el repunte de la inflación.

Por otra parte, el cambio del modelo energético hacia fuentes alternativas de generación eléctrica, a largo plazo, es deseable si tenemos en cuenta que la UE es, por definición, deficitaria en petróleo y gas natural. Argüirán que, entonces, no se entiende la fobia contra la energía nuclear, pero la percepción ideológica de las izquierdas es uno de esos misterios insondables y es una pérdida de tiempo tratar de entender unos comportamientos cambiantes y contradictorios, cuando no simplemente estúpidos. Porque cerrar una central nuclear es fácil y caro, pero hacer que vuelva a producir es prácticamente imposible. En fin, que nos perdemos en digresiones y de lo que se trataba es de preguntarnos si Santiago Abascal es consciente de que España forma parte de la OTAN, sus Fuerzas Armadas están desplegadas en las fronteras con Rusia y se han firmado acuerdos de apoyo y colaboración con Ucrania. Puede que no te gusten los socialistas y que creas que la deriva política de la Unión Europea lleva a la pobreza y a la pérdida de identidad de amplios sectores de la población, los más vulnerables a la globalización, pero de ahí a irse con un aliado de Putin, hay un largo trecho.