Canela fina
Vargas Llosa y Azorín
«Vargas Llosa sintió por Azorín admiración inacabable y despejó de su escritura el ramaje artificial de la excesiva adjetivación y metáfora»
El tsunami Vargas Llosa ha desbordado en España e Iberoamérica los periódicos impresos, hablados, audiovisuales y digitales. El autor de La fiesta del chivo está considerado como el mejor escritor en español de los últimos 70 años. A su obra y a su persona he dedicado una docena de artículos y quisiera hoy referirme a algún aspecto poco conocido.
Hace algo más de un año propuse al pleno de la Real Academia Española que la Casa rindiera homenaje a Azorín con motivo del 150 aniversario de su nacimiento. Pidió la palabra Mario y se sumó a la propuesta.
–Azorín -me dijo- fue un escritor de extraordinaria importancia, sobre todo porque estableció una forma distinta de escribir sobre la que impuso la maestría de Rubén Darío. Azorín redujo la metáfora, apaciguó el adjetivo, simplificó la construcción sintáctica. La verdad es que los escritores en español de todo el mundo, salvo contadas excepciones, escribieron de una forma antes de Azorín y de otra distinta después de Azorín.
Luis Calvo, el inolvidado director del ABC verdadero, me sentó en la larga mesa entonces de la Redacción al lado de Azorín. El gran veterano junto al muchacho que empezaba. Tanto en el periódico como en su casa de la calle Zorrilla tuve ocasión de mantener conversaciones con Azorín. Reflexionaba de forma muy profunda sobre el ser literario, sobre el ente de las letras.
Vargas Llosa sintió por Azorín una admiración inacabable. Desnudó su escritura del ramaje artificial e innecesario y construyó medio centenar de novelas con la maestría que los grandes premios literarios confirmaron. Conocí a Vargas Llosa en su primera casa de Lima. Cuando me hicieron presidente de Efe en 1976 le incorporé al equipo de colaboración que la agencia contrató para los periódicos iberoamericanos con Octavio Paz, Donoso, Borges, Guillén, Cortázar, Mallea, Asturias, Rulfo, Carlos Fuentes, García Márquez, Roa Bastos…
Mario se vino conmigo al ABC verdadero cuando me nombraron director del periódico. Escribió artículos admirables y, tras varios años de colaboración, me lo arrancó para otro diario Carmen Balcells. Cela, Octavio Paz y Asturias se resistieron a los encantos literarios de Balcells y se quedaron en ABC.
Reanudé mi contacto con Vargas Llosa, al incorporarme a la RAE y durante 30 años he compartido con él la Comisión de Cultura y los plenos académicos. No hace falta que subraye la inmensa desolación que me ha causado su muerte.
Luis María Anson,de la Real Academia Española