Con su permiso

La ventanilla

Se pregunta cómo vamos a salir de ésta, qué clase de país se va a poder construir con un gobierno de mayoría socialista en manos de una ultraderecha indepe

Esta ha sido una semana de abono y cobro de recibos.

Pedro Sánchez ha abonado su mensualidad a Puigdemont dejando claro, al menos para Lucía, que le tiene cogido por donde duele y le va a apretar para sacarle hasta los higadillos cada vez que sea necesario. Además, sin esconderse ni poner excusas; ya lo dijo su mercenaria Miriam Nogueras, tan chulita como sobreactuada: aquí estamos por Cataluña y lo demás nos da exactamente igual. Una forma como otra cualquiera de humillar a quien no tiene más remedio que darte de comer y de paso recordarle al público en general que el argumento ese tan socorrido de una alianza progresista para mejorar el país es una filfa que no defiende ni hasta el más entregado y perruno de los leales a la causa sanchista. Le tiene tan cogido que ni siquiera es capaz de calibrar el mucho miedo de Puigdemont y su banda facha supremacista a que esto no cuaje y se quede sin amnistía el otrora cadáver político. Porque también tiene su punto «fake» lo de la Nogueras de que están por Cataluña. Su verdad es la amnistía y que Puigdemont pueda regresar a casa libre. Si de paso arañan votos y crecen en su tierra con concesiones que puedan vender como logros exclusivos de alta rentabilidad electoral, mejor. Pero lo mollar es que el prófugo vuelva a pisar las calles de Barcelona nuevamente.

Eso explica que finalmente les temblaran las piernas y terminaran votando sí a lo que horas antes era no. No vaya a ser que se cabree Sánchez y nos quedemos sin que vuelva el hombre.

Eso y la insólita, inesperada y nebulosa concesión de la gestión de la inmigración a Cataluña. Al gobierno catalán, se supone, no a Puigdemont y su partido racista y de fronteras, pero éste confía en que tacita a tacita regresen al gobierno o termine regalándoselo también Sánchez.

Aquí se mercadea con todo, se pasa a cobro por ventanilla cualquier cosa porque los dos actores principales de la tragicomedia se necesitan en este momento. Uno para seguir en el poder y aspirar a la Historia (en Europa, eso sí, porque aquí quizá la suya se escriba con algún que otro borrón y letra de literato pobre) y el otro porque aspira a dejar Europa y reescribir la Historia (de Cataluña y de su propio partido). No les duelen prendas en mostrar sus vergüenzas desnudando la mentira sobre la que se está construyendo el armazón de este tiempo político, y su escasa confianza en el sistema democrático y la alternancia en el poder. Argumentan, ante la evidencia de que es sólo interés personal o, en el mejor de los casos de facción partidaria, lo suyo de pactar a cualquier precio, que lo que sea con tal de que no gobierne la derecha. Siempre que no se trate de la indepe, claro, que esa por lo visto es progresista.

En fin, un lío. Pero es lo que tiene moverse en el terreno pantanoso de la imprecisión y los intereses propios. No siempre se puede ajustar la verdad a los deseos de uno.

Tampoco ayuda a la percepción de una realidad democrática la torpeza estratégica de un Partido Popular que aún no sabe cuál es su sitio, y bandea de izquierda a derecha (o de centro a extrema derecha) según quién impulse en cada momento. Han tejido tan mal su estrategia que ahora sólo pueden contar con Vox o, como mucho, en otro de esos quiebros que definen lo enloquecido del presente político, con el PSOE cuando acude a pedirles árnica. Se precipitaron al pactar con Vox antes de las generales, perdieron todo por miedo a perder parte, y ahora están a merced de una extrema derecha que les tiene cogidos por donde la otra extrema derecha, la indepe, agarra a Pedro Sánchez.

Curioso panorama, piensa Lucía: la extrema derecha condiciona al gobierno y paraliza a la oposición. ¿Qué hemos hecho para merecer esto?

Completa el paisaje una izquierda que tocó poder, tuvo responsabilidad de gobierno y la gestionó como era previsible, con impericia, suficiencia y nulo sentido de Estado, y ahora se dedica a poner chinchetas explosivas en el camino del gobierno al que supuestamente apoyan. Aunque ello le suponga votar junto al PP y la extrema derecha de Vox.

Lucía se pregunta cómo vamos a salir de ésta, qué clase de país se va a poder construir con un gobierno de mayoría socialista en manos de una ultraderecha indepe que considera que la emigración es la culpable de que Cataluña se destaque como la que peor educa a sus estudiantes (Informe Pisa) y que el número de musulmanes en Cataluña es excesivo, con una oposición conservadora que es incapaz de encontrar un sitio propio y establecer puentes con otros que no sean los del más allá de la derecha, y una izquierda que es incapaz de librarse de personalismos y demagogias y va camino de la división irrevocable y para siempre.