
El bisturí
El vibrante poder sexual del jaguar Errejón
Los autodenominados «progresistas» hacen siempre lo contrario de lo que predican
El escándalo desatado tras airearse, parafraseando a Woody Allen en la película Manhattan, «el vibrante poder sexual de un jaguar» de Íñigo Errejón, no hace sino confirmar tres principios fundamentales en la actividad de la izquierda y la ultraizquierda españolas. El primero y, posiblemente, el principal, es que los autodenominados «progresistas» hacen siempre lo contrario de lo que predican. Esta suerte de hipocresía manifiesta ha llevado a varios de sus dirigentes a erigirse en supuestos defensores de la dignidad de la mujer mientras la mancillan a la menor oportunidad que tienen. El solo sí es sí que cacarean no va, desde luego, ni con las decenas de violadores que quedaron en libertad o vieron reducidas sus condenas con la ley de infausto recuerdo que elaboró Irene Montero, ni con las prostitutas que frecuentaban conocidos socialistas inmersos hoy en tramas de corrupción, ni con ellos mismos, con el felino Errejón a la cabeza. La instrumentalización de las mujeres ha quedado una vez más al descubierto, y muchas de las que las llaman a manifestarse todos los 8-M por las calles españolas encubrieron las andanzas depredadoras del ya ex portavoz de Sumar y le dejaron proseguir con ellas. Por cierto, ¿por qué hizo mutis por el foro y se desplazó a Suramérica tras estallar este caso la vicepresidenta Yolanda Díaz, a la que todo el mundo apunta como posible protectora de Errejón? ¿Ignoraba acaso Mónica García lo que ocurría cuando el comportamiento del macho alfa de su partido era vox populi en medio Madrid desde hacía meses, e Isabel Díaz Ayuso lo apuntó incluso en un debate asambleario algunos años atrás, mientras la hoy ministra se reía de la presidenta autonómica?
El segundo principio que mueve las ruedas del progresismo de salón consiste en la voracidad sexual de muchos de sus dirigentes, especialmente duchos en practicar el principio de que pueden siempre más dos tetas que dos carretas. Los autos judiciales de los vergonzosos ERES andaluces dan buena cuenta de la apetencia por las meretrices de varios personajes que participaron en la trama o la orquestaron, y más recientemente, hemos tenido conocimiento del gusto por las acompañantes del Tito Bernie, Koldo o Ábalos, a quien presuntamente los españoles estuvimos pagando con nuestros impuestos la compañía de alguna de sus amigas. Esta pasión por el sexo no es solo patrimonio del PSOE. En la izquierda comunista radical, además de Errejón, las hemerotecas nos recuerdan casos en Becerril de la Sierra, Canarias o Burgos.
El tercer y último principio es el de las luchas cainitas dentro de la izquierda y la ultraizquierda. No son pocos los rumores que apuntan a Pablo Iglesias como gran agitador de que se aireara a los cuatro vientos el escándalo del que fuera su lugarteniente en las filas de Podemos. Es sabido que Iglesias tiene entre ceja y ceja a Yolanda Díaz por traicionarle después de que fuera él el que la encumbrara, así como a las marcas blancas de Sumar y Más Madrid. También es conocida su particular inquina hacia Pedro Sánchez. Aunque la divulgación de la voracidad sexual de Errejón le ha permitido al presidente desviar por unos días el foco puesto en su partido y en su propia familia, la debilidad de Sumar y el riesgo de que este partido estalle por los aires debilita aún más su posición al frente del Gobierno. Con una izquierda fracturada, la vuelta al ruedo de Iglesias sería mas sencilla.
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