Restringido
Economía para septiembre: La arquitectura global
El Fondo Monetario Internacional es uno de los legados que nos dejó la Segunda Guerra Mundial. Es una de las instituciones que nacieron en la cumbre de Bretton Woods, en Estados Unidos, que se celebró en julio de 1944, sólo mes y medio después del desembarco de Normandia. Entonces, no sólo se decidió la creación del FMI, también del hoy Banco Mundial; el GATT para garantizar el libre comercio y, antes, las Naciones Unidas, con toda su arquitectura internacional que se iría desarrollando en décadas. Con esta crisis económica hemos añadido más «edificios». Hasta el 2008 el instrumento político-económico más poderoso era el G-7 que agrupaba a las siete potencias económicas surgidas tras la posguerra en el bando occidental: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Canadá, Italia, Japón y Alemania. Pero la Gran Recesión demostró que el mundo había cambiado y hubo que agarrarse al G-20, creado para el pago de la deuda, donde estaban representados también países como China, Rusia, Brasil, Suráfrica, India o México, entre otros, incluida España. Sin embargo, el G-20 tampoco funciona. La dudas se centran igualmente en el FMI, que tiene como objetivo garantizar la estabilidad financiera y las transacciones internacionales. Cuando un país entra en recesión y pide ayuda al FMI, éste le ofrece préstamos con fuertes condiciones en el gasto público para volver lo antes posible al equilibrio. El FMI ha sido muy criticado por imponer las mismas recetas a distintos países y por no prever las crisis. No vio venir la actual pero tampoco la de Islandia; con un sistema bancario que pasó del 100 al 1.000% en pocos años; ni el efecto «tequila» mejicano o el «corralito» argentino. Algunos de sus «rescates» han funcionado como el de Tailandia o Corea del Sur. En otros, como en los países latinoamericanos, mentar al FMI es mentar a la «bicha» por los sacrificios sociales que acarrearon sus programas. Además, está su gobernanza. En el FMI la votación está en relación directa con la aportación. Estados Unidos cuenta con el 17 por ciento de los votos y junto a sus aliados domina el organismo, algo que genera rechazo entre los países emergentes hasta el punto de que varios de ellos se han planteado crear una especie de banco internacional propio. Desde su creación, la dirección del FMI siempre corresponde a un europeo, lo cual crea aún más recelos, cuando es Europa, precisamente, el continente más afectado por la recesión. Países que fueron «clientes» del Fondo resaltan que los programas instaurados en Europa aunque duros no llegan, ni con mucho, a los que sufrieron ellos. Por estas y otras razones reclaman su reforma.
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