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Raphael: «Mi vida es una gran noche de concierto»

El artista revisita las canciones que quedaron eclipsadas por sus grandes éxitos y comienza una gira «escandalosa» de ocho meses

Raphael: «Mi vida es una gran noche de concierto»
Raphael: «Mi vida es una gran noche de concierto»larazon

Es un mito imbatible e incombustible. Rafael Martos (Linares, 1943) estrena «Mi gran noche» con 14 temas y una monstruosa gira que le llevará a recorrer México, Estados Unidos, Canadá y España de aquí a Navidad. ¿La portada del álbum? Un «remake» de su famosa foto de 1968. «Porque ya no se hacen como ésta, pero la cámara sigue amándome como el primer día».

–¿Responde el título del álbum a su gran éxito?

–Habla más del ritual que sigue la gente cuando viene a verme: se emociona, se pone elegante, viene a pasárselo bien. Es una gran noche.

–Podría ser una metáfora de su vida...

–Sí, mi vida es una gran noche de concierto, pero muy trabajada. Nadie regala nada, hay que poner mucho amor y mucha ilusión para que las cosas salgan adelante. Y no sólo en estos tiempos difíciles, sino siempre.

–Dentro de las grandes noches de Raphael, ¿hay una favorita?

–Hay tantas... Y en todos los países. La del Madison Square Garden, la del Carnegie Hall, la de la Opera House de Sidney...

–Sacar un disco conlleva un gran proceso.

–Es algo muy costoso, no sólo económicamente. Supone mucho empeño y fuerza. Es un desgaste muy grande. Sin embargo, yo estoy con más ilusión que nunca, me sorprende toda la marcha que tengo. Voy para atrás, como los cangrejos: parezco un debutante con toda esta ilusión. En vez de tomármelo con distancia y calma, me vuelco, me implico y me complico.

–En este nuevo álbum reinventa algunas de las canciones que quedaron a la sombra de sus «joyas de la corona». ¿No es un poco arriesgado?

–Hemos incluido arreglos muy «Big Band», muy nuevos y rockeros. Pero el riesgo siempre es bueno. En esta profesión tienes que estar dando la cara constantemente, no puedes vivir de las rentas. No es sano. Nada de «yo hice, yo fui...»: hay que decir «yo hago, yo soy». El pasado ni lo nombro, porque el pasado pasó, y no tengo nada que lamentar. Me espera toda la realidad del presente y del futuro.

–Una realidad que, de momento, se centra en una gira que se alarga hasta diciembre. ¿De dónde saca tanta vitalidad?

–Hay que tener en cuenta que estoy muy acostumbrado, no es un esfuerzo para mí porque es lo que suelo hacer.

–El 9 de abril sale el disco en iTunes, que sólo se podrá comprar en los recintos de sus conciertos. ¿Por qué ha elegido esta vez el formato digital?

–Hay un camino en internet para la música, donde hay millones de jóvenes. Asumo este compromiso, porque no tengo nada que ocultar.

–¿Cree que es capaz de conectar con el público joven?

–¡Estoy muy conectado! En mis conciertos la mitad del público lo es.

–Ahora triunfan artistas como Justin Bieber, Lady Gaga o Beyoncé. ¿Qué opinión le merecen?

–Bueno, la gente va a verlos y escucha su música, con lo cual tienen mi respeto. Su forma de hacer las cosas... Eso es otra historia.

–Fue el gran icono masculino de su época. ¿Cómo ha llevado ser el centro de admiración de tantas mujeres?

–¡Qué alegría! No sabía que me miraban de esa forma... A mí me decían que era «mono», pero no creo que haya gustado por eso, sino por mi energía y mi derroche de vitalidad. ¡Es ahora cuando más sensación causo! Como dice mi mujer, los hombres envejecemos mejor.

–¿Es difícil mantener la cabeza fría cuando se alcanzan ciertas cotas de fama?

–Si te lo propones, no. Hay que buscar un equilibrio, aunque a veces te tienta mucho el diablo, sobre todo por los halagos que recibes. Pero en el fondo eso se lo dicen a todos.

Mujer perfecta

Raphael afirma que es muy difícil compaginar vida profesional y familiar. «Yo he tenido la inmesa suerte de encontrar a la mujer perfecta para mí en todos los sentidos». Ella ha sabido llevar su carrera y cuidar de su familia: «Estamos muy unidos, somos una piña». Además, todos guardan vinculación con el arte: su mujer es periodista y escritora, su hijo Manuel es cantante («Ha salido a su padre», dice orgulloso), Jacobo se dedica al cine y Alejandra restaura obras de arte para la baronesa Thyssen. «Lo único que quiero para ellos es que sean felices. Mis padres me dejaron ser lo que yo quería ser, confiaron en mí, y eso mismo he hecho yo con ellos».