Religion

La hora

Textos de oración ofrecidos por el sacerdote – vicario parroquial de la parroquia de La Asunción de Torrelodones, Madrid

Christian Díaz Yepes

Es irrenunciable llegar a la hora de la propia verdad. Se trata de ese momento cuando tu búsqueda personal o las circunstancias externas te ponen delante de tus errores y pecados. Los primeros, cometidos quizá involuntariamente, por ignorancia o descuido; los segundos, con toda conciencia y voluntad de seguirlos. Así caen las máscaras detrás de las que nos hemos escondido ante otros y hemos pretendido engañarnos a nosotros mismos. Las murallas del ego que por años hemos levantado se desmoronan como castillos de arena. Y nos descubrimos vulnerables y necesitados, conscientes del daño y dolor causados, a la vez que tan proclives de volver a cometerlos.

Es el punto crucial para que toda persona llegue a ser tal. Todas las evasiones, justificaciones y excusas previas, no han hecho más que postergar ese momento. Pero a todos nos ha de llegar, y hemos de saber que es una gracia que llegue. Porque Dios se hace presente en esa compunción de manera especialísima. De nuestra parte, tendremos dos opciones: sucumbir bajo la culpa y la soberbia o dejarnos rescatar por Él. La primera hunde y autodestruye. La segunda implica humildad y valentía, como humilde y valiente es el Salvador que Dios nos ha enviado.

Nuestras actuales circunstancias, cuando tantas seguridades se desvanecen y vemos la muerte tan de cerca, pueden ser una ocasión en que el Dios Verdadero nos llama a este encuentro con nuestra propia verdad. ¿Qué estamos haciendo con esta llamada? ¿Seguiremos atados a la autosuficiencia que nos ciega y la necedad que nos aturde o daremos el paso confiado y valeroso de dejarnos salvar?

Sin ningún temor, aprovecha estos días para hacer cuenta de tu propia vida, con tus mentiras, sombras y desvaríos. Todas las veces que te has cerrado al amor o lo has desvirtuado siguiendo lo falso. Toma conciencia de que todo ello te ha hecho negar tu ser más auténtico, y por eso mismo te ha impedido ofrecer lo más bello de ti en tu breve paso por esta vida. Ora con estas palabras inspiradas en Efesios 6:

Querido Señor Jesús,

hoy vengo a rendirme ante ti, ante tu amor y tu verdad.

Te presento todas mis mentiras.

Tú las conoces porque las has desenmascarado. Y las has vencido.

Enséñame también a mí a vencerlas. Ayúdame a luchar y no quedarme hundido.

Que no olvide tu Palabra, lo que quieres de mí. De mi ser más auténtico.

Que no lo niegue, Señor y Dios mío. Que no me traicione a mí mismo, a mi destino en ti.

Hoy me fortalezco en el poder de tu nombre, Señor Jesús,

porque la vida es, ante todo, una lucha espiritual. Y tú nos has dado las armas para combatirla.

Me mantengo en pie, resucitado contigo, y busco las cosas del cielo, que es mi destino. No me ato a las de la tierra, que son sólo medios.

Ciño mi cintura con el cinturón de la verdad. Y esta verdad es que estoy necesitado de ti. Que no puedo luchar sólo, sino con la fuerza de tu gracia.

Me cubro con la coraza de tu cruz, que es mi única justificación.

Calzo mis pies con tu evangelio, para que mis pasos no yerren. El evangelio de la paz, esa que me esfuerzo por alcanzar en mí mismo y con los demás.

Embrazo el escudo de la fe que me hace vivir como hijo del Padre, discípulo tuyo y templo de tu Espíritu. Allí se calcinan los dardos del demonio, a quien no debo temer, sino combatir.

Me cubro con el yelmo de tu salvación. Ella nos viene por tu Cuerpo y tu Sangre entregados en la cruz y que recibo en cada Eucaristía.

Blando la espada del Espíritu, que es tu Palabra. La escucho, la pongo en práctica y la anuncio sin rebajas.

Así me asemejo cada día más a ti, el Testigo fiel.

Amén