Ciudad del Vaticano
Un rezo global
Todo el orbe católico coincidió ayer en una solemne Adoración Eucarística simultánea liderada por el Papa Francisco, quien presidió desde la basílica de San Pedro del Vaticano esta celebración enmarcada dentro del Año de la Fe y en la que participaron millones de católicos.
Todo el orbe católico coincidió ayer en una solemne Adoración Eucarística simultánea liderada por el Papa Francisco, quien presidió desde la basílica de San Pedro del Vaticano esta celebración enmarcada dentro del Año de la Fe y en la que participaron millones de católicos. El silencio fue el protagonista de este histórico momento de fe planeado por Benedicto XVI, en el que las catedrales y parroquias de las diócesis de todo el mundo se sincronizaron con Roma para realizar la adoración desde las 17 a las 18 horas.
En la basílica vaticana, donde Francisco entró portando el báculo pastoral de Pío IX, que ya ha utilizando en otras ceremonias y que también usó Benedicto XVI en la segunda mitad de su pontificado, se congregaron numerosos cardenales, entre ellos el secretario de Estado y Tarcisio Bertone, Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio. También había un buen número de obispos y varios miles de fieles. Para facilitar el recogimiento y la meditación personal, en la adoración eucarística se proclamaron una serie de lecturas del Evangelio, de oraciones escritas por los últimos Papas y de invocaciones que fueron acompañadas en algunos momentos por el sonido de un arpa. Para fomentar la unión de los católicos en este momento de veneración del Santísimo Sacramento, el Papa había ofrecido con anterioridad sus intenciones de oración. Pedía por «todos aquellos que viven penurias económicas», en especial por los «desempleados, los ancianos, los inmigrantes, los que no tienen hogar, los presos y por todos los que experimentan marginación». Esperaba que la oración les ofreciese «consuelo y apoyo seguro».También deseaba que sirviera para «alentar la esperanza y la audacia en la defensa de la dignidad de la persona».
Como primera intención en la oración, el Pontífice deseaba una Iglesia «cada vez más obediente a la escucha» de la Palabra de Dios para ser así «portadora de misericordia» que propicie «un renovado compromiso en el amor que ofrezca pleno sentido al dolor y al sufrimiento, y restituya la alegría y la serenidad». Asimismo, deseó que se pidiera por un colectivo al que se ha referido en numerosas ocasiones desde que fue elegido obispo de Roma el pasado 13 de marzo: «Por todos los que en diversas partes del mundo viven el sufrimiento de las nuevas esclavitudes y son víctimas de las guerras, de la trata de personas, del narcotráfico y del trabajo ''esclavo''; por los niños y las mujeres que sufren cualquier forma de violencia». Deseó que la Iglesia estuviera «despierta» ante su «silencioso grito» y que no olvide a «tantos hermanos dejados en manos de la violencia».
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