Coronavirus

Coronavirus: ¿Y si lo pasamos todos juntos?

«Que centenares de médicos estén en cuarentena dice muy poco de la preparación de nuestro sistema sanitario», afirma el doctor en un artículo de opinión

Turistas llevando una mascarilla en el aeropuerto internacional de Lima, en Perú. (AP Photo/Rodrigo Abd)
Turistas llevando una mascarilla en el aeropuerto internacional de Lima, en Perú. (AP Photo/Rodrigo Abd)Rodrigo AbdAgencia AP

En mis años de médico rural, cuando diagnosticaba a un niño un sarampión y le dejaba en casa los días obligados de aislamiento, con mucha frecuencia, al acudir al día siguiente a ver su estado, me encontraba metidos en la cama a los otros hermanos y, en ocasiones, a algún vecino. Inútil era amonestar a la madre del enfermo, porque para mucha gente, el sarampión había que pasarlo y cuanto antes mejor.

Afortunadamente la vacuna ha venido a sustituir la conducta errónea de mis convecinos, basada en la experiencia de que pasarlo de mayor era mucho más grave, y razón no les faltaba.

Del coranovirus sabemos lo suficiente como para recapacitar sobre las políticas seguidas en todos los países que generan una brutal agresión a la vida de nuestros conciudadanos en un intento, cuya efectividad, pudiera ser únicamente el escalonamiento de los casos a costa de unas pérdidas económicas y trastornos en la convivencia de mucha trascendencia.

Como médico tendría que estar de acuerdo con las consignas dictadas por las autoridades sanitarias internacionales y nacionales. Sin embargo, ninguna medida debería ser tomada como infalible.

Sabemos ya, con la lógica del modelo de transmisión que ha adoptado el Covid-19, que las barreras que se levantan, llegan tarde porque muchos infectados ya habían traspasado las mismas días antes de evidenciarse la presencia de enfermos. Así lo demuestra la certeza de que en Madrid y en Valencia y en otros lugares tenemos casos no diagnosticados. Y que en estos momentos esos lugares que se les considera libres de la epidemia seguro que hay personas afectadas sin conocerlo.

Estamos asistiendo a decisiones tan «pintorescas» como cerrar el Louvre para evitar el contagio de los vigilantes, que han ido al Museo en transportes públicos, en taxis o en coches alquilados donde el anterior viajero depositó sus posibles gotitas infectadas con el virus. Cerrar estadios de fútbol o pensar en dificultar los carnavales, las Fallas o espectáculos al aire libre se nos antojan unas medidas que generan terror en las personas sin que se vean seguidas de efectividad.

Que centenares de médicos en las zonas afectadas hayan de ser metidos en cuarentena dice muy poco de la preparación de nuestro sistema sanitario para prevenir el contagio del personal más necesario en este momento. Porque si estaba previsto por dónde y cómo deberían circular los posibles enfermos se hubiera evitado el contagio. Y todo ello, mientras vemos en otros lugares s profesionales ataviados con sus buzos para el traslado de un paciente.

Estos criterios son acordes con los datos de contagiosidad del germen, su comportamiento «traidor» porque se salta las colas metido en personas sanas que lo albergan sin que sean identificados en las aduanas reales de aeropuertos, trenes y que parece que ha emulado los más avanzados medios de transmisión virtual o digital, que es la característica de nuestra época. ¿No será una venganza por llamar virus a los asaltantes que reciben nuestros ordenadores que, sin ser orgánicos, son ya una pandemia mundial?

Sin embargo, hay algo que a mi juicio nos debe inquietar y que hasta el momento no veo que preocupe a la sociedad científica. En el momento de escribir este artículo, el CDC de EE UU da, a 3 de marzo, los siguientes datos, asequibles en la pagina web de la institución a diario:

Covid-19: Estados Unidos de un vistazo

Casos total: 60

Muertes totales: 6

Estados que reportan casos: 12

Es decir, que en EE UU y concretamente en el estado de Washington se hayan registrado seis muertes genera unas características de letalidad alarmantes y desconocidas, como podemos observar ya en nuestro medio. Este maléfico supuesto puede tener otra versión diferente: EE UU tiene un sistema sanitario muy poco flexible a aceptar pruebas masivas cuyo coste ha de ser aceptado por los financiadores. Mientras eso ocurre, los enfermos severos de la enfermedad terminan ingresando en los hospitales y desconocemos el número real de afectados, y por eso el porcentaje resulta equívoco para generar malos augurios y la enfermedad sea, como en otros sitios, más bondadosa. Nada menos que EE UU puede tener un número de afectados muy superior al dado por la CDC, simplemente porque no los diagnostica, eso en sí mismo es una hipótesis que coloca muy mal, pienso que en su sitio, al fraccionado y defectuoso sistema sanitario norteamericano.