Salud

Interdisciplinaridad necesaria

Dedicado al profesor Fernando Reinoso Suárez

José Manuel Giménez Amaya

El cinco de mayo de 2020 se cumple un año del fallecimiento en Madrid del profesor Fernando Reinoso Suárez, miembro de número de la Real Academia Nacional de Medicina y catedrático emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. El doctor Reinoso fue uno de los científicos españoles pioneros en el establecimiento en nuestro país de la Neurociencia como disciplina diferenciada, tanto en la investigación como en la docencia universitaria. En estas letras, que quieren ser un homenaje a su entrañable figura y a su fecundo magisterio, me gustaría incidir en algunas ideas que pueden ser también de interés para enfocar la situación vital en la que nos encontramos metidos en la actualidad.

El doctor Reinoso siempre vio la Neurociencia como una tarea interdisciplinar. Ciertamente, este campo biológico y biomédico nació con esta vocación al principio de la década de los 60 del siglo pasado; y esa estrategia de abordaje en el estudio del cerebro ha sido muy exitosa y fructífera científicamente. El profesor Reinoso lo puso en práctica de tres maneras concretas, que abarcan una vida plena desde el punto de vista científico y, sobre todo, universitario.

La primera fue desarrollar una investigación del sistema nervioso utilizando técnicas diferentes que proporcionaban una información mucho más rica de esta estructura biológica y de su funcionalidad. La segunda consistió en diseñar una docencia universitaria que aunase la enseñanza de la Neurociencia de una manera integrada y global. Estas dos perspectivas de adentrarse en una ciencia experimental las inició el profesor Reinoso en la Universidad de Navarra, y logró materializarlas posteriormente en la Universidad Autónoma de Madrid de una manera excelente y dinámica.

Y la tercera la puso en práctica, sobre todo, en los últimos años de su vida, cuando intentó añadir sobre los amplios conocimientos que tenía de la ciencia neural, los análisis de la antropología filosófica y teológica. De esta manera, su saber sobre el funcionamiento del cerebro en el ser humano se hizo aún más interdisciplinar, más profundo. Puso su sabiduría de la ciencia experimental al servicio de un entendimiento más penetrante del cerebro humano. Y el resultado fue muy fecundo, como pudimos comprobar los que le tratamos intensamente en estos años. La verdadera interdisciplinaridad se hace realidad cuando se ve encarnada en una persona, que puede manejar las diferentes categorías de las distintas ciencias, y hacerlo de una manera conjunta, coordinada y armónica.

Nos encontramos, en el momento presente, ante una pandemia de inusitada fuerza, que ha desbaratado en muy poco tiempo todo un sistema de vida en el que nos habíamos acomodado. No deja de asombrar ver cómo nos ha cogido tan de improviso. La propia globalidad, que hacía del mundo un sitio cercano, sobre todo a través de la tecnología, se ha vuelto radicalmente en contra en la difusión de la enfermedad y en los enfoques y trabajos coordinados para frenarla o para mitigar su efecto devastador sobre la salud de muchas personas.

Superaremos esta situación si nos enfrentamos a ella con una mente interdisciplinar, donde los conocimientos científicos, sanitarios o epidemiológicos se integren con los de otras ciencias (Economía, Sociología, Filosofía, por citar solo algunas) y logrando que este enfoque se haga realidad concreta en individuos (políticos o técnicos) e instituciones. Esto permitirá que salgamos de esta crisis con un mayor conocimiento del ser humano; de su vulnerabilidad, pero también de su fuerza y de sus valores.

José Manuel Giménez Amaya es Catedrático y Académico Correspondiente de las Reales Academias Nacionales de Farmacia y Medicina