Mascarillas

“Enmascarados” nos comunicamos peor

Ya teníamos asumido que nuestro nuevo “complemento” imprescindible, la mascarilla, no resulta nada cómodo para el día a día, no es inocuo para nuestra piel, y que dificulta, entre otras cosas, la comunicación no verbal y la empatía. Ahora, según una investigación, También hay que añadir que complica la comprensión de cualquier lengua que no sea la materna, tengamos el nivel que tengamos.

Una de las cosas que nos ha hecho perder la “nueva normalidad” es el poder de la expresión no verbal para comunicarnos con los demás. La medida básica e imprescindible de prevención del contagio del Covid-19, la mascarilla, es un instrumento que nos tapa gran parte de la cara, dejando en manos de nuestros ojos el peso de trasmitir lo que no decimos con palabras. Y no es desdeñable, ya que, según el psicólogo iraní Albert Mehrabian, exponente de esta ciencia, nuestras muecas, gestos faciales y sonrisas aportan el 55% del mensaje que queremos trasmitir.

“What??”

Con el uso de mascarillas, la expresión facial es prácticamente indescifrable, por lo que se pierde empatía y cercanía con el interlocutor. Esto, en el mejor de los casos ya que, si además nos estamos intentando comunicar en un idioma que no es nuestra lengua materna, la cosa se complica mucho más. Según un estudio de la Universidad de Barcelona (UB), que acaba de publicarse en la revista Language, Cognition & Neuroscience, el uso de mascarillas añade dificultad a la hora de comprender a alguien que habla una segunda lengua, ya que los hablantes de otro idioma, además del materno, centran su atención en la boca del interlocutor,incluso los que tienen un nivel avanzado.

“Sorprendentemente, este refuerzo visual no sólo lo utilizan los aprendices de niveles iniciales, sino también los que han adquirido un nivel de lengua más alto. Esto podría perjudicar la comprensión del habla no sólo a las personas con problemas auditivos, sino también a todas las personas que viven en un país extranjero o que en su día a día necesitan comunicarse en una lengua no nativa”, explica el investigador del Departamento de Cognición, Desarrollo y Psicología de la Educación de la UB, Joan Birulés.

La boca es clave

Para llevar a cabo el estudio, Birulés, junto con los investigadores de la Facultad de Psicología de la misma UB, Ferrán Pons y Laura Bosch, y en colaboración con David Lewkowicz (Haskins Laboratories, de EEUU), grabaron en vídeo a una chica trilingüe (madre catalana, padre inglés) contando historias cotidianas de un minuto en catalán, castellano e inglés. Con un dispositivo de seguimiento visual, registraron la mirada de estudiantes universitarios de Barcelona y de Boston mientras veían los vídeos, y comprobaron el tiempo de atención visual en la zona de la boca y de los ojos de la hablante. “Hicimos el estudio en dos lugares lingüísticamente diferentes para poder descartar un posible efecto específico de los idiomas usados (para los estudiantes de Barcelona, la segunda lengua es el inglés, para los de Boston, el catalán y el castellano) y así pudimos atribuir las diferencias encontradas al escuchar una lengua materna o una segunda lengua, y no a las características del idioma en sí", añade el investigador.

En un primer experimento, se comprobó que los americanos miraban más la boca cuando veían los vídeos en catalán y castellano que cuando los visionaban en su lengua nativa, el inglés. Del mismo modo, los estudiantes de Barcelona, que prácticamente no sabían inglés, miraban más la boca cuando veían el vídeo en inglés que cuando lo hacían en catalán o castellano.

No importa el nivel

En un segundo experimento, buscaron analizar si el nivel de conocimiento y comprensión lingüística influía en la atención que se prestaba a los ojos y la boca de la persona que hablaba. En este caso, eligieron estudiantes de la UB con diferentes niveles de inglés, desde muy bajo hasta muy alto, y volvieron a hacer el experimento inicial, pero esta vez formulando unas preguntas de comprensión para asegurar que el nivel de los participantes se correspondía con lo que entendían en los vídeos. “Esperábamos que, cuanto mayor fuera el nivel de inglés de los estudiantes, mejor entendieran los vídeos y menos mirarían la boca, pero, contra todo pronóstico, todos los estudiantes, por muy elevado que fuera su nivel de inglés, centraron su atención visual en la boca la mitad del tiempo, como sucedía en el primer experimento”, concluye.