Turismo
Viaje por los rincones secretos de Tenerife
Más allá de la visita obligada al Teide, la isla esconde gratas sorpresas que parecen sacadas de un país exótico y lejano
Este verano toca viajar por España y puede convertirse en una grata sorpresa, a pesar de visitar destinos bien conocidos. Es el caso de la isla de Tenerife, que más allá de su icónico pico del Teide tiene muchos rincones que dejan boquiabierto al viajero, como si de un lejano y exótico país se tratara:
La playa de Benijo es un arenal salvaje entre roques volcánicos. Se trata de una de las playas más salvajes de la isla y conforma el escondrijo más aislado de la localidad de Taganana, en la que los atardeceres se vuelven mágicos cuando se une la resaca del mar con el rojo del horizonte y las siluetas de los roques volcánicos surgen desde fondo del mar. Situado entre el Roque Benijo y el Roque La Rapadura, en el Parque Rural de Anaga, es un rincón virgen de arena volcánica negra y grava prácticamente inexplorado por los viajeros.
Los guachinches. La historia de Tenerife va unida al vino, a la tierra, al campo, a la climatología y a su gente. Y la mejor forma de disfrutar de todo ello son los guachinches, sentado en una silla plegable de madera y sobre una mesa con mantel de papel. Estos establecimientos gastronómicos –improvisados comedores en los garajes de las casas de campo– ofrecen una experiencia culinaria única de comida casera y vino de cosecha propia. Se trata de una insignia histórica de la isla, creados por los viticultores rurales ante la necesidad de vender sus excedentes que acompañaban las jornadas con platos tradicionales.
El Paisaje Lunar de Vilaflor es un sendero que discurre por la superficie de la Luna. Situado en el interior del Parque Natural de la Corona Forestal, se trata de uno de los enclaves más sugerentes de Tenerife, cuyas formaciones rocosas (fruto de la erosión milenaria sobre el territorio volcánico) transportan al viajero a la mismísima superficie de la Luna. En medio de un bosque de pinos, la acción del agua y el viento durante miles de años ha erigido formas de chimeneas y roques de pumitas (un material volcánico de color blanco), creando un sorprendente monumento natural.
La Cueva del Viento es otra grata sorpresa, ya que se trata del mayor tubo volcánico de Europa, es decir, una cavidad que se forma en el interior de coladas lávicas. Mientras la lava fluye al entrar en contacto con el aire, la superficie de la colada se solidifica, creando un aislante y permitiendo el continuo flujo de la lava en su interior hasta su vaciado. La Cueva del Viento, originada por las coladas de Pico Viejo, es un cono volcánico situado junto al Teide. Este rincón escondido en el noroeste de Tenerife alberga en su interior los pasajes subterráneos más exclusivos para los amantes de la espeleología.
El Charco de La Laja tampoco defrauda, ya que se trata de una piscina natural creada por la lava. Ubicado en la costa tinerfeña de San Juan de la Rambla, es un pequeño paraíso volcánico de aguas marinas transparentes y tranquilas que puede presumir de ser uno de los lugares más auténticos de Tenerife para conectar con la naturaleza en un entorno único.
El Caserío de Masca es un conjunto de pequeñas casitas al filo del abismo alineadas sobre las crestas de las montañas tinerfeñas. Se trata de una visita espectacular que quita el aliento al viajero. De camino al caserío, se recomienda hacer una parada en el Mirador de Cherfe, ya que regala una panorámica excelente de este conjunto, que se encuentra habitado y que constituye uno de los mayores reclamos para curiosos del Parque Rural de Teno.
El Sendero de los Sentidos, por último, propone tres rutas conocidas que transcurren por un antiguo camino real que unió los pueblos que conforman Anaga con La Laguna. Ofrecen una experiencia alternativa a las rutas típicas porque todas ellas proponen vivencias para descubrir el entorno a través del olfato, la vista y el tacto y son aptas para todas las edades.
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