Música

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¿Tiene sentido poner música en la UCI?

La Ciencia ha documentado durante décadas los efectos de la música en el sistema nervioso, el funcionamiento del corazón y del sistema respiratorio. Sus aplicaciones prácticas son ahora más necesarias que nunca en un entorno de aislamiento global, más estricto aún en los pacientes graves hospitalizados

Los efectos beneficiosos de la música en el sistema nervioso son un fenómeno ampliamente documentado
Los efectos beneficiosos de la música en el sistema nervioso son un fenómeno ampliamente documentadolarazon

Los efectos beneficiosos de la música en el sistema nervioso son un fenómeno ampliamente documentado. Uno de los abordajes más conocidos del asunto es el que hizo el neurólogo y divulgador Oliver Sacks, cuyo trabajo dio hasta para inspirar una película protagonizada por Robert de Niro y Robin Williams.

En el libro «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero», entre otros fenómenos insólitos solamente para los que no sabemos casi nada de neurología ni de música, el neurólogo contaba historias de pacientes con enfermedades graves cuyos síntomas desaparecían por completo mientras los individuos se centraban en el lenguaje musical. El célebre paciente que confundía a su mujer con un sombrero padecía agnosia, la incapacidad de reconocer objetos y otros estímulos a pesar de que sus órganos sensoriales estaban intactos. La agnosia se debía a un tumor cerebral que finalmente acabó con su vida. No obstante, aquel hombre, profesor de música, ejerció su profesión hasta sus últimos días sin ningún problema. La enfermedad «sencillamente» desaparecía cuando su sistema nervioso operaba en términos musicales.

Muchos otros estudiosos de la neurología y de la medicina en general se han molestado en poner en forma de estudio el efecto de la música en el organismo por su potencial comunicador (aprovechando circuitos cerebrales diferentes a los de otros procesos mentales), calmante (sedante, según algunos análisis) y terapéutico.

El poder de la música

El poder de la música como instrumento de comunicación ha sido pocas veces tan importante como ahora que experimentamos un confinamiento a escala masiva por efecto de la pandemia del nuevo coronavirus. Para los pacientes con Covid-19 que han estado ingresados, el aislamiento ha sido particularmente duro. El equipo de Robin Dunbar en la Universidad de Oxford ha estudiado y listado algunas de sus consecuencias: peores tasas de supervivencia, deterioro de la memoria y del equilibrio hormonal y mayor riesgo de demencia, además de alteraciones de la respuesta inmune.

Ahora suena más relevante un estudio firmado por expertos de varias universidades estadounidenses que publicaba hace unos años la revista «JAMA», de la Asociación Médica Americana, sobre las consecuencias de recurrir a la música en las unidades de cuidados intensivos (UCI).

Su trabajo se centró en pacientes que necesitaban apoyo respiratorio agudo. Los propios pacientes controlaban el momento en el cual se empleaba la música y cuál era la que oían. El resultado: se redujo la frecuencia y la cantidad de las dosis de fármacos sedantes que estas personas requerían cuando se comparaba su estado con el de pacientes sin acceso a la música.

Cuando otros medios de comunicación no son viables, como sucede en la UCI, la música despliega todo su potencial. En el departamento de neonatología del Hospital Meir y la Universidad de Tel Aviv (Israel) se forjó una colaboración de investigadores sobre cómo mejorar la situación de los bebés prematuros ingresados en las UCI de pediatría. En un grupo de 31 recién nacidos, la música demostró ser una estrategia eficaz para reducir la tasa cardiaca (el ritmo de los latidos del corazón) e inducir un sueño profundo en un plazo de 30 minutos. Otros trabajos similares han dado fe de mejoras en la oxigenación (con menor número de alarmas por niveles bajos de saturación) de niños ingresados en la UCI.

Terapia complementaria

A la pregunta «¿hay lugar para la música en las UCI?», los estudios responden que sí, como terapia complementaria a los tratamientos convencionales. Durante una visita a la sede de la Orquesta Sinfónica de Chicago aprovechando un congreso médico, la responsable de comunicación de esta institución explicaba a A TU SALUD que el titular del momento, el prestigioso director Riccardo Muti, tenía un interés especial por el programa para el fomento de la comunicación musical de padres con niños muy pequeños que la orquesta había puesto en marcha. En su experiencia, el desarrollo del sistema nervioso central se beneficia enormemente de esas rutas neuronales «alternativas» del lenguaje musical.

Volviendo a Sacks, él profundizó en el tema, después del ensayo «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero», con «Musicofilia», otra obra en la que describe cambios en la conducta y el funcionamiento del organismo directamente relacionados con la exposición a determinadas melodías.

Helena Huidobro, profesora de la Escuela Música y Movimiento A Tempo de Madrid y experta en pedagogía musical, ha estudiado a fondo el tema, pero es que también lo ha visto en la práctica. Para ella es crucial el componente emotivo de la música: «Es cierto que a cada individuo nos pueden emocionar unas artes más que otras, pero, en general, la música despierta sentimientos y emociones en todos, según la escuchamos o practicamos. La música es terapéutica para el corazón y reconforta el alma. Y esta idea es fundamental para comprender su relación con la neurología».

Huidobro asegura que hay un componente común en la sensibilidad artística y el desarrollo intelectual, que es la emoción. Compartió con A TU SALUD la anécdota de un viaje en coche con su hija, entonces un bebé, que comenzó a llorar desconsoladamente al sonar «O mio bambino caro», un aria de una ópera de Puccini: «Desconecté la radio y se le pasó inmediatamente. Deduje, también porque seguí observándola en casa después de esto, que le había resultado algo muy triste de escuchar». Es una anécdota muy parecida a las que cuenta Sacks en «Musicofilia».

También ella ha sido testigo de recuperaciones momentáneas de la memoria en personas con alzhéimer avanzado cuando se les canta en lugar de hablarles: «La tía de mi marido, que había dejado de hablar por culpa del alzhéimer, siempre fue una madrileña enamoradísima de su ciudad. Un día durante una visita se me ocurrió cantarle canciones de su época: Madrid, Una morena y una rubia, El relicario… Ella, que ya no decía nada, cantaba con nosotros. Otros pacientes de la residencia donde estaba se unieron. El alzhéimer es terrible y devastador, por lo que conseguir pequeños momentos de bienestar en los pacientes me parece un verdadero éxito».

En situaciones extremas, como la cirugía, los estudios sobre música son abundantes. Uno de ellos, del equipo liderado por Catherine Meads en la Universidad Queen Mary de Londres, es otro de los muchos trabajos que avalan su empleo. «La música no suele emplearse durante las intervenciones quirúrgicas para ayudar a los pacientes. Es algo que se debe al escepticismo de los profesionales sobre sus efectos, además de a la falta de medios para integrar la música en el trabajo diario», decía entonces la investigadora. Ellos revisaron la documentación disponible sobre el empleo de música en casi 7.000 casos de cirugía, y confirmaron la reducción del dolor postoperatorio, la ansiedad y la necesidad de analgésicos en la fase de recuperación.

Martin Hirsch, otro de los autores, añadía: «Conocemos el efecto positivo de la música desde los tiempos de Florence Nightingale. No obstante, es necesario recopilar los estudios pequeños sobre este tema para ofrecer una visión más sólida que pruebe que, efectivamente, la música funciona».

¿Qué música ponemos? ¿Cómo? ¿Cuándo?

Cuando se han repasado todas las evidencias científicas a favor de recurrir a la música como apoyo en el entorno del hospital, se ha visto que al tema –muy estudiado, eso sí– le falta «definición». La música impuesta no tiene el mismo efecto que la que eligen los pacientes o los profesionales. La intervención de un terapeuta especializado en música es un elemento importante. En muchos estudios con buenos resultados son los propios pacientes quienes tienen el control sobre la música, y también son abundantes los trabajos que relacionan la música con un descenso de la ansiedad del estrés con «música dirigida» por terapeutas.