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Expertos alertan de que los confinamientos empeoran la salud cardiovascular

La primera ola de la pandemia multiplico el sedentarismo, uno de principales factores de riesgo de enfermedad cardiovascular. Ante nuevos “encierros”, los especialistas piden que se priorice y se proteja la práctica de ejercicio de forma segura, especialmente en los núcleos urbanos.

La práctica regular de ejercicio físico es uno de los hábitos más efectivos para proteger la salud
La práctica regular de ejercicio físico es uno de los hábitos más efectivos para proteger la saludlarazonLa Razón

Hacer ejercicio en la calle, de manera individual y manteniendo la distancia de seguridad, fue una de las primeras “concesiones” de la desescalada. Los motivos fueron, básicamente, sanitarios, dado que, durante el confinamiento, millones de personas sufrieron los efectos de la falta de actividad, viendo como se deterioraba cada vez más su estado de salud. Y es que el sedentarismo, pese a que pueda parecer un “mal menor” en esta época de pandemia, es uno de los problemas endémicos de la sociedad actual y, su “práctica” sesga miles de vidas. Hoy se celebra el Día Mundial del Corazón y, desde la Fundación Española del Corazón (FEC) lanzan un mensaje de alerta para que, especialmente en los entornos urbanos, se busquen soluciones para priorizar la práctica de ejercicio al aire libre y en entornos seguros. Algo especialmente importante en una época como esta, en las que los confinamientos selectivos por la segunda ola del Covid-19 van en aumento.

Efectos del confinamiento en la salud cardiovascular

Que las medidas de confinamiento tienen repercusiones respecto a la actividad física entre los ciudadanos es algo innegable. "El grupo más perjudicado en este sentido es el de las personas sedentarias, mayores y con comorbilidades. Por eso, promover la práctica de ejercicio físico es ahora más importante que nunca”, señala Araceli Boraita, coordinadora del Grupo de Trabajo de Deporte de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). “El sedentarismo es un factor de riesgo cardiovascular que favorece la aparición de otros como la diabetes, la hipercolesterolemia, la hipertensión arterial y la obesidad. Estas condiciones no solo aumentan la prevalencia de cardiopatía isquémica y de enfermedad aterosclerótica, sino que complican el pronóstico en caso de infección por SARS-CoV-2”, añade.

Además de estos colectivos de riesgo, los menores también sufrieron de modo especial las consecuencias del cierre de los colegios, y de parques, jardines y centros deportivos, especialmente aquellos con menor nivel socioeconómico. Los meses de confinamiento de la primera ola de la pandemia dejaron un rastro difícil de remontar en el estado de salud de los niños: unas cifras de sobrepeso y obesidad infantil que nos han colocado a la cabeza de los países de Europa.

En este sentido, la FEC reitera la necesidad de promocionar el ejercicio físico desde edades tempranas. “Los hábitos adquiridos en la infancia se perpetúan en el tiempo, de tal manera que si entonces se comienza a hacer deporte, este formará parte del estilo de vida en la edad adulta”, dice la experta. “En este sentido, las ciudades deberían, por un lado, implementar los centros deportivos en los barrios para aquellos niños que quieran practicar deporte a nivel federado y, por otro, favorecer en los parques públicos su práctica mediante zonas acotadas y seguras con la equipación deportiva necesaria”.

Claves para proteger el corazón

Las enfermedades cardiovasculares (ECV) son la primera causa de muerte en el mundo, por delante del cáncer y de las enfermedades respiratorias. Dentro de los factores de riesgo, se pueden distinguir dos tipos: los que no se puede modificar (la edad- a partir de los 45 años para hombres y de los 55 años para mujeres-; el sexo- en los hombres el riesgo es mayor que en las mujeres, pero tras la menopausia ese riesgo se iguala por la pérdida del efecto protector de los estrógenos- y los antecedentes familiares o personales de enfermedades cardiovasculares) y los que si. En este segundo grupo se encuentran todos aquellos en los que nuestros hábitos de vida pueden influir. Por ello, los especialistas insisten en recordar que es lo que, objetivamente, podemos hacer para cuidar nuestra salud cardiovascular en el día a día. Estas son algunas de las claves:

  • Practicar ejercicio físico. La OMS recomienda, en jóvenes de entre 5-17 años, realizar 60 minutos de ejercicio diarios; en adultos de entre 18-64 años, 150 minutos de ejercicio moderado o 75 de ejercicio intenso semanales; y, para mayores de 65 años, incorporar ejercicios de movilidad y equilibrio al menos tres veces por semana. El ejercicio físico de tipo aeróbico, que produce un aumento del gasto cardiaco, de la ventilación pulmonar y de la utilización de oxígeno por las fibras musculares tiene más beneficios para nuestra salud cardiovascular que los ejercicios de fuerza, de tipo estático o anaeróbico.
  • Controlar la tensión arterial. La hipertensión arterial puede pasar desapercibida si no se hacen controles rutinarios de la tensión arterial. Consiste en niveles de presión arterial alta de forma continua o sostenida con cifras superiores a 139 mmHg de presión sistólica y/o 89 mmHg de presión diastólica.
  • Disminuir el colesterol. El colesterol es una grasa importante para la síntesis de vitaminas y hormonas y se transporta en la sangre unida a unas lipoproteínas. La lipoproteína HDL o “colesterol bueno” se encarga de recoger el colesterol de las células y de la pared arterial y devolverlo al hígado para ser reciclado. La lipoproteína LDL, por el contrario, se conoce como “colesterol malo” ya que contiene mucho más colesterol que va depositando en los tejidos y por lo tanto tiene mayor poder aterogénico.
  • Controlar la diabetes. La hiperglucemia sostenida daña de manera progresiva los vasos y propicia la aterosclerosis, de manera que el riesgo cardiovascular en diabéticos es de tres a cinco veces mayor que en personas sanas, siendo este riesgo mayor en mujeres.
  • Mantenerse en normo-peso. El aumento del riesgo cardiovascular en las personas obesas se debe a cambios fisiológicos que afectan al sistema cardiovascular, como la resistencia a la insulina, la inflamación sistémica crónica, la hipertensión arterial, la dislipemia y la disfunción endotelial. Una pérdida pequeña de peso puede disminuir este riesgo y producir efectos muy beneficiosos en el organismo.