Pandemia
Tercera ola, un tsunami que eleva la mortalidad en jóvenes
La tasa de fallecimientos en personas de 60 años se ha duplicado y crecen los ingresos en contagiados sin patologías
La Navidad ya ha echado el telón y con ello ha subido a escena un actor protagonista que pocos querían ver, al menos tan pronto: el repunte desbocado de contagios por el patógeno del SARS-CoV-2 y, de la mano, lo que muchos expertos ya coinciden en tildar como tercera ola de coronavirus, a pesar de que la mayoría está de acuerdo en que la segunda que arrancó después del verano ni siquiera ha llegado a terminar.
A tenor de las previsiones, el guión de la obra que nos espera durante las próximas semanas se atisba dramático, ya que los ingredientes implicados dan forma a una tormenta perfecta difícil de contener: «No parece una tercera ola, sino claramente un tsunami de grandes dimensiones como respuesta a las medidas tan laxas que se han mantenido durante la Navidad. La principal consecuencia será que, en el escenario más optimista, los contagios se van a triplicar respecto al peor momento de la segunda oleada. El punto más álgido de este nuevo envite se adelantará a las dos últimas semanas de enero», advierte Álex Arenas, catedrático de Ingeniería Informática y Matemáticas de la Universitat Rovira i Virgili (URV). Y la situación puede resultar incluso más trágica si se cumplen los augurios que pronostica el epidemiólogo y exdirectivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Daniel López Acuña, quien asegura que «al partir de una incidencia mayor que la del verano, cuando se daban en torno a 25 casos por 100.000 habitantes, en esta ocasión se va a multiplicar por diez la capacidad de transmisión del virus y con ello se producirá una presión asistencial muy preocupante».
Afectados de corta edad
El saldo que deja la nueva ola de coronavirus está marcado claramente por la Navidad y muestra un perfil de contagiado mayoritariamente más joven (el 20,5% del total de los afectados tiene entre 15 y 29 años), sin patologías previas y, aunque en la mayoría de ocasiones pasa la enfermedad de forma leve, existe el riesgo de tener un pronóstico más grave e incluso de fallecer, tal y como reflejan las muertes hace pocos días de una joven de apenas 21 años que perdió la vida en Tenerife tras contagiarse por el SARS-CoV-2 o el caso de un niño de 12 años que murió en Gijón con síntomas compatibles de la Covid-19. «El perfil de pacientes infectados ha cambiado y está afectando a personas más jóvenes, con una media de entre 50-60 años, pero desgraciadamente sigue siendo muy agresivo en todo tipo de edades, con casos de fallecidos muy jóvenes de en torno a 20-25 años, como los registrados en Canarias y Baleares», recuerda Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería.
La muerte de personas tan jóvenes y sin patologías previas «sigue siendo una excepción, pero lo cierto es que retrata lo que puede llegar a ocurrir con esta enfermedad, pues todo apunta a que existen factores individuales, que todavía desconocemos, que hacen que el virus ataque de forma más virulenta al organismo, provocando un fallo multiorgánico más acusado. Quizá se trata de una cuestión de genética o sea una consecuencia de la respuesta inflamatoria exagerada del cuerpo al virus, pero lo cierto es que puede ocurrir en personas sanas sin patologías previas», advierte David de la Rosa, neumólogo y coordinador del Área de Infecciones Respiratorias de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).
Más allá de esas excepciones que copan los titulares, lo que los especialistas ya ven en los centros sanitarios es una tendencia clara: la edad de los afectados que necesitan asistencia hospitalaria ha bajado de media unos 15 años en comparación con la primera ola. «Y eso, aunque sólo sea por una cuestión estadística, está elevando el número de fallecidos en las personas de mediana edad», apunta Arenas. De hecho, según los datos del Ministerio de Sanidad y del Instituto de Salud Carlos III, la mortalidad se ha duplicado en el rango de edad de 60 a 69 años en el último trimestre del año, pasando de una tasa del 0,6% el 30 de septiembre (cuando ya era incipiente la segunda ola) a situarse actualmente en un índice del 1,2%, según el último informe publicado por la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica fechado el 29 de diciembre.
Y ese mismo registro confirma ya que aumenta el número de pacientes que requieren ingreso hospitalario a edades más tempranas, pues en el grupo de entre 15 y 40 años la tasa de asistencia sanitaria ha aumentado más de cuatro puntos en comparación con la vuelta del verano, mientras que la necesidad de permanecer en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) también crece entre los adultos de 50 años. «La buena noticia es que los pacientes con un cuadro importante que requieren ingreso hospitalario suelen llegar antes al hospital, lo que permite un diagnóstico precoz que nos ayuda a controlar la enfermedad de manera más temprana, por lo que se han acortado mucho las estancias hospitalarias», asegura Antoni Trilla, jefe del servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, quien hace hincapié en que «el conocimiento y la experiencia acumulada durante todos estos meses también nos ayuda a manejar de forma más eficaz a los pacientes».
Sin embargo, ese mayor conocimiento no es suficiente para evitar que muchos afectados requieran asistencia en UCI, ya que «algunos empeoran de forma brusca, a pesar de que no tienen patologías graves de base, pero en muchas ocasiones sí presentan un ligero sobrepeso, tienen una tensión arterial descontrolada o cuentan con algún problema no diagnosticado, como diabetes o alteraciones coronarias desconocidas hasta ese momento», confirma Mari Cruz Martín, ex presidenta de la Sociedad Española de Medicina Intensiva Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc).
De nuevo, los más mayores
Una de las grandes diferencias que marcan los especialistas entre la segunda y la tercera ola es que ahora vuelven a necesitar asistencia sanitaria un mayor volumen de personas que superan los 70 años. «El incremento de casos viene arrastrándose desde la tercera semana de diciembre y la tendencia que vemos en las Urgencias es que inicialmente el contagio se produce en pacientes más jóvenes, pero que acaban provocando la enfermedad y la hospitalización de los más mayores, ya que muchos brotes se han originado en reuniones familiares», apunta Juan del Castillo, responsable de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina de Emergencias (Semes).
Y esa impresión ya queda grabada en los datos, pues la hospitalización de los mayores de 70 años ha aumentado más de diez puntos entre septiembre y diciembre, pasando del 40% de la vuelta del verano a más del 50% del total de ingresados a finales de diciembre. «Durante esta tercera ola volvemos a tener en planta a un gran número de personas que superan los 75 años, mientras que en otoño este perfil de paciente había descendido. Y en estos casos, la edad y las patologías más graves de base hacen que la media de tiempo de hospitalización se alargue considerablemente», asegura José Manuel Ramos Rincón, coordinador del Grupo de Trabajo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).
¿Cómo se trata ahora a los afectados?
Después de lidiar con el SARS-CoV-2 desde hace prácticamente un año en los hospitales españoles a diario, la experiencia acumulada durante estos meses se convierte en vital para hacer frente con mayor tasa de éxito a la inminente tercera ola de la Covid-19. «Desde marzo ya hemos aprendido mucho sobre cómo manejar a los afectados de la forma más eficiente, hasta el punto de que podemos dar altas con seguridad y a la gran mayoría se le puede realizar un seguimiento de forma ambulatoria, lo que nos ayuda a evitar la saturación hospitalaria», asegura Juan del Castillo.
Y cuando los pacientes necesitan ingresar en planta, el abordaje terapéutico también ha cambiado respecto a la primera ola: «De entrada se les da esteroides cuando ingresan porque tienen hipoxemia, y se les aplica profilaxis para evitar episodios trombóticos. Esto ya se hace sistemáticamente y al principio de la pandemia no lo hacíamos. Además, ahora les aplicamos oxígeno también de manera preventiva, pues hemos aprendido a usar herramientas de oxigenoterapia y ventilación mecánica no invasiva sin necesidad de intubación que mejoran mucho los resultados», asegura José Manuel Ramos Rincón.
Riesgo de colapso hospitalario
Pero cuando ese control del paciente no es posible entra en juego un actor muy peligroso: el riesgo de colapso del sistema sanitario. «El aluvión de nuevos contagios provocados por la Navidad dará la cara a partir de esta segunda semana de enero y, según las previsiones, todo apunta a que será muy fuerte, pero lo hará con el hándicap de que todavía los hospitales están atendiendo a muchos pacientes del otoño y que ahora se mantiene la actividad hospitalaria rutinaria», advierte Trilla, quien no descarta que «tengan que volver a paralizarse las consultas y las operaciones no urgentes si se dispara la curva de ingresos». Y es que, según avisa Martín, «la capacidad asistencial ya está al máximo, con las UCI muy por encima de sus posibilidades, pues en algunos hospitales estamos usando ya quirófanos y otros espacios para atender a pacientes Covid-19». Y si la tendencia al alza se dispara, Martín alerta de que, quizá, «haya que volver a hablar de triaje y de selección de pacientes según marcan los protocolos, como ocurrió en marzo, algo que por fortuna no ha hecho falta en otoño».
Y a eso se suma, además, el cansancio físico y emocional de los sanitarios, que ya pasa factura. «Es como si estuviéramos en un partido de fútbol, donde en marzo todos corríamos detrás de la pelota. Ahora, al final de la segunda parte, se agotan las fuerzas y lo que vamos a jugar en enero es la prórroga ya extenuados», concluye Trilla.
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