Tribuna

Esperpentos sanitarios

«Unas veces no hay vacunas, otras faltan medios o claramente se prescinde de recursos que se ofrecen»

Un profesional sanitario sostiene una dosis de la vacuna contra la COVID-19 de Pfizer en un Centro de Vacunación de la Comunidad de Madrid
Un profesional sanitario sostiene una dosis de la vacuna contra la COVID-19 de Pfizer en un Centro de Vacunación de la Comunidad de MadridEduardo ParraEuropa Press

A ti, ciudadano de a pie, que vives inmerso en una terrible e incontrolada pandemia, que vives en el riesgo de ser contagiado, de padecer una grave dolencia que puede acarrearte secuelas crónicas conocidas o desconocidas y con el riesgo previsible de morir. A ti ciudadano aterrorizado ante una verdadera e inhumana tragedia. A ti ciudadano normal y corriente se te impide el derecho fundamental a la salud, se te limita el derecho fundamental a la libertad y a la libertad de proteger tu salud.

Me explico con un elemental e ilustrativo ejemplo. Un prototipo cualquiera: Varón o mujer, 30 o 60 años; una actividad laboral común, por ejemplo, comercial, en relación frecuente con el público; aparentemente sano, precavido frente al Covid y socialmente inhibido en consecuencia. Vamos, un tipo de lo más normal. Consciente de la gravedad del momento, en claro conocimiento de que la previsible vacuna oficial tardará meses en corresponderle, en pleno uso de su indeclinable autorresponsabilidad con la salud, decide vacunarse por su cuenta y riesgo, siempre bajo la autorización y prescripción de su médico, quien cree que esta medida es no sólo aconsejable sino necesaria. Previa receta va a la farmacia a proveerse del medicamento y con sorpresa comprueba que no está disponible para su uso y venta libre, aun tratándose de un fármaco y de ser prescrito por un médico. No sale de su asombro. La vacuna, a pesar de ser un medicamento necesario para preservar la salud, la cual está gravemente amenazada, está intervenida por la todopoderosa Administración, de uso exclusivo en algunos servicios públicos de salud bajo un discutible, inconsecuente e incierto protocolo. El resto de la sanidad española, y especialmente la sanidad privada española, está impedida de disponer y de usar un medicamento esencial en esta grave situación.

¿Qué calificación tienen conductas que, restringiendo o anulando el derecho a la salud y a la libertad, ponen en riesgo grave y previsible a una gran parte de la población, al menos durante meses, población que en uso de sus libertades podía protegerse ya, asumiendo su propia responsabilidad de cuidar de su salud como le obliga la Ley General de Sanidad?

En este mismo contexto es muy difícil explicar por qué en esta situación extrema, en la que con indeseada frecuencia los recursos sanitarios se encuentran al límite o claramente desbordados, situación que posterga cuidados básicos y necesarios de otras patologías, que hacina enfermos urgentes en pasillos, situación en la que todos los recursos sanitarios son imprescindibles, digo es incomprensible que en esta situación se postergue, se desprecie y no se utilice la eficiente y resolutiva medicina privada en beneficio necesario de la salud de los ciudadanos. ¿Quién decide estas «alegrías»? ¿Quién y en aras de qué desprecia derechos humanos fundamentales como son el derecho a la protección de la salud y el derecho a la libertad individual?

Hablando de curiosidades, ¿saben ustedes que los profesionales médicos y otros estamentos de la sanidad privada ni siquiera han sido considerados como primerísima línea de vacunación, pese a estar en contacto estrecho y permanente con pacientes Covid y no Covid? Tamaño despropósito sólo es atribuible a sectarias, irresponsables y amorales motivaciones.

Esto de la sanidad privada es un dolor de cabeza para ciertos dirigentes y ciertos credos políticos. La inquina constante los llevará a que el día menos pensado decidirán que sea eliminada por decreto, si Dios no lo remedia, y apliquen aquello de «muerto el perro, se acabó la rabia».

Hablando de esperpentos, en los últimos días se ha desatado una caza de brujas, un verdadero linchamiento selectivo de ciudadanos convertidos en auténticos chivos expiatorios. Me refiero a los vacunados fuera de protocolo. ¿Pero de que protocolo hablan? ¿Acaso hay coherencia y secuencia en las distintas versiones de protocolo de vacunación? ¿Acaso existe una norma coherente, sencilla, unitaria y fácilmente interpretable? Ese idílico protocolo, en caso de existir, ¿ha sido ampliamente difundido todas y cuantas veces se ha cambiado o vulnerado? Sí, digo vulnerado porque desde la obligación y el compromiso del Gobierno, público y notorio, de tantos millones de vacunaciones se ha mentido y defraudado a la ciudadanía. Unas veces no hay vacunas, otras no se acierta a establecer medios y ritmo de vacunación o claramente se prescinde de recursos que, más que generosa, obligada y responsablemente se ofrecen. Hablamos de millones de incumplimientos de los que no se habla o se miente o se silencia. En cualquier caso, no se responde adecuadamente por la responsabilidad contraída con la salud de los ciudadanos.

Mientras, con desprecio, se suceden estos silencios de los responsables, silencios indignamente compartidos por algunos cómplices medios de comunicación, esos mismos medios que perpetran un villano linchamiento de 30, 60, 100 o 1.000 personas que «se saltan el protocolo». Millones de perjudicados, millones de incumplimientos y no pasa nada. Unas cuantas personas, tal vez ni un ciento, son linchados pública y despiadadamente como víctimas propiciatorias de sacrificios ofrecidos a la mentira, al engaño y a la manipulación más demagógica.

Una cosa sí es verdad. A las víctimas de estos salvajes linchamientos no se les respetan sus derechos consagrados en la Constitución, en la Declaración de los Derechos Humanos, en su derecho a la salud, en todo momento y en todo lugar. Ellos sí tienen derecho a vacunarse y, según la Ley General de Sanidad, a que la sanidad pública les preste esa asistencia cuando se precisa. Su retraso debe ser fuente de responsabilidades y los responsables deben responder por ello.

Tanto dolor, tanto sufrimiento, tanta deshumanización, tanto desprecio, tantas muertes en soledad no pueden quedar impunes.