Salud
Las hay de calabaza, aunque las más famosas son las de girasol. También de sémola, pero su tirón es mucho más pequeño. En cambio, las pipas del melón o de la sandía prácticamente nadie las aprovecha para una tarde de verano o para una película en el cine del barrio. Es cierto que hay quienes las han probado disimuladas entre los trozos de fruta, pero no como el manjar nutricional que son. Pues, aunque las variedades sin ellas son las más vendidas en las fruterías, éstas contienen una importante cantidad de fibra, minerales, proteínas y grasas que se consideran esenciales en cualquier dieta. De hecho, tal es el éxito que están teniendo que ya hay cadenas de supermercados que las venden tanto peladas como al natural.
Como ocurre con cada uno de estos productos, su principal componente es la fibra. Ésta interviene directamente en la salud digestiva, regulando la función intestinal, mejorando la composición bacteriana y favoreciendo el control del peso. «No hay que perder de vista que si se comen sin triturar, saldrán del cuerpo tal cual entraron. Sin embargo, si se mastican concienzudamente podremos conseguir que los nutrientes que albergan sean biodisponibles», explica Manuel Moñino, vicepresidente segundo del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas y presidente del Comité Científico de la Asociación para la Promoción del Consumo de Frutas y Hortalizas 5 al Día. En este sentido, un reciente estudio publicado en la revista «International Journal of Agronomy and Agricultural Research» pone el acento en la gran cantidad de proteínas vegetales que incorpora, lo que ayuda a mantener la masa muscular y aporta grasas poliinsaturadas que regulan el colesterol «malo» (LDL) en la sangre. También se perfilan como una alternativa a las de origen animal, cuyo abuso puede provocar enfermedades cardiovasculares. Así lo recoge la Fundación Española del Corazón, para la que «su consumo se asocia a la reducción de la mortalidad por estas patologías, además del cáncer».
«Las pepitas de muchos frutos se han consumido tradicionalmente. En muchas zonas, las de la sandía y las del melón se ponían a secar y se tomaban como aperitivo. Ambas cuentan con aceites esenciales para el sistema cardiovascular», subraya Elena Pérez, nutricionista del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid. De hecho, tal es así que aquella tradición se está volviendo a recuperar hoy. Al menos, en algunos ámbitos, como el deporte. Así lo atestigua el departamento de Agricultura de Estados Unidos, que ya se pronunció en su favor en 2016 al asegurar que resultan una excelente fuente de energía, pues 100 gramos de ellas contienen 571 kilocalorías. Además, aportan distintos tipos de minerales, como el magnesio y el zinc: el primero ayuda a la contracción muscular, el segundo favorece el buen funcionamiento del sistema inmune. Pero, si por algo destaca, es por su alto contenido en manganeso, que favorece el cuidado de los huesos, la cicatrización de las heridas y la activación del metabolismo.
Si bien ya la sandía supone una opción ligera e hidratante para la época estival, el perfil nutricional de sus semillas la convierten en un producto aún más interesante. No hay que olvidar que es hipocalórica, pues el 90% de su contenido es agua, lo que la convierte en un excelente diurético. Proporciona interesantes cantidades de vitamina A y C, aunque su componente más valioso es el licopeno. Se trata de un carotenoide que, además de conferirle el intenso color rojo que luce, tiene un enorme poder antioxidante. Según un estudio, realizado por el departamento de Nutrición de la Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil), «dicha función está posiblemente asociada a la reducción del riesgo de la ocurrencia del cáncer y de ciertas enfermedades crónicas. Este compuesto se encuentra en un número limitado de alimentos y, además, el organismo no es capaz de sintetizarlo. Por lo que la única forma de obtenerlo es a través de la dieta».
A pesar de sus múltiples beneficios, algunos nutricionistas aconsejan ser cautos con las cantidades destinadas al consumo, animando a tomarlas asadas o cocidas. «Dado su alto contenido en fibra y proteína, podrían resultar indigestas siempre que éste sea alto», explica Pedro Prieto-Hontoria, gerente de Innovación Fresh Business Food & Nutrition Innovation. El incremento considerable de estas sustancias en el organismo podría llegar a erosionar la pared intestinal, por lo que tendrían que tener especial cuidado aquellas personas que sufren de colón irritable o que tienen tendencia a divertículos. No obstante, la Organización Mundial de la Salud considera que para que estas semillas puedan causar daños irreparables en un adulto deberían comerse de una sola sentada más de 50. «En general, las pepitas, los huesos y las hojas de la fruta siempre se han tratado como desperdicios. Actualmente, gracias al mayor estudio de las partes no comestibles, se está descubriendo el valor nutricional de estos co-productos para el desarrollo de ingredientes funcionales. En los últimos años, también hubo un mayor desarrollo tecnológico en cuanto a su extracción y en cuanto a un consumidor más concienciado en dar uso a estos descartes por el compromiso con la sostenibilidad del planeta».
Al mismo tiempo, existen expertos que las consideran un producto saludable para cualquier época del año, pero siempre consideradas como un complemento a una dieta equilibrada. «Jamás se les debe calificar de superalimentos porque, desgraciadamente, éstos no existen», mantiene Laura Cabanillas, endocrinóloga del Centro Vida de Pontevedra. «Por muy salubres que sean, jamás van a poder resolver los problemas de salud que tenga una persona. Por supuesto, nunca se debe compensar un régimen deficiente con su ingesta masiva. La base de una buena alimentación ha de ser variada y debe estar enfocada a productos frescos y de temporada. No obstante, acompañarla de estos productos, conociendo sus propiedades y sabiendo para qué sirven, siempre aportará algún beneficio». Tanto es así que la última moda es moler estas oscuras pepitas e incorporarlas a los «instagrameables» smoothies, pues proporcionan un chute valioso de vitamina B, perfecta para depurar el cuerpo y para eliminar toxinas. Aunque lo más probable es que dure más la instantánea en la red social que sus beneficios en el cuerpo.
Con el propósito de aprovechar al máximo la fibra de la fruta y de elaborar alimentos nutritivos, estudiantes del Instituto Politécnico Nacional de México han ideado la forma de fabricar un cereal hecho a partir de la cáscara de la sandía. Aunque este subproducto siempre se ha considerado un desecho orgánico, decidieron deshidratarlo, reducirlo a un polvo similar a la harina y añadirle diversos componentes como cacao, azúcar y agua con el fin de elaborar hojas con un agradable sabor, alto valor nutricional y una consistencia superior a los cereales comercializados. Lizbeth López, Mónica González y Fernando Embriz denominaron a su creación «Sandi Flakes», que con tan sólo 25 gramos aporta 34,6 kilocalorías. Durante su investigación, estos jóvenes encontraron que la corteza de esta fruta contiene un compuesto denominado citrulina, que posee propiedades beneficiosas para el organismo, entre las que se encuentran sus efectos antioxidantes. Una vez ingerida, las enzimas del cuerpo humano la transforman en arginina, un aminoácido esencial para el buen funcionamiento del corazón y de los sistemas circulatorio e inmune. Para ello, se requiere un gran consumo de amoniaco, por lo que comer este cereal resultaría bueno para pacientes con trastornos metabólicos que producen este gas de manera excesiva.