Psicología

¿Sufres el síndrome de la vida ocupada? Así se alimenta y se soluciona

La hiperestimulación puede esconder otros problemas de salud

Sólo un 10% de los españoles dice sentirse motivado en su empleo
Sólo un 10% de los españoles dice sentirse motivado en su empleo@Objetivo BienestarLa Razon

Los días de Navidad pueden ser un buen momento para parar del frenético ritmo diario. Y es entonces cuando nos damos cuenta de que el día a día nos arrasa sin apenas darnos cuenta. Desde hace años se habla del síndrome de la vida ocupada, una expresión que refleja la vida acelerada y exigente que llevamos y que tiene graves consecuencias para la salud.

Los creadores de la expresión «síndrome de la vida ocupada» hacen mucho hincapié en las consecuencias de la hiperestimulación y la actividad excesiva en la memoria, ya que provocan olvidos, despistes y falta de concentración. Tiene sentido: si atendemos a varios estímulos a la vez la atención que podemos poner en cada uno de ellos es más superficial que si los atendiéramos de uno en uno durante el tiempo suficiente.

Desde el punto de vista sociológico se habla del síndrome de la vida ocupada como un estilo de vida. Desde un punto de vista sanitario, mal enfocado, se habla de enfermedad, lo que no es correcto dado que esta expresión no corresponde a una etiqueta diagnóstica oficial: a pesar de que se basa en algunos estudios, eso no quiere decir que deba ser entendido como un trastorno mental como tal.

Consecuencia psicológica de un problema social

A veces el síndrome de la vida ocupada lo percibimos como la consecuencia de vivir en un entorno altamente demandante al que, por diferentes motivos, no le ponemos un límite. Esto nos lleva a tener la sensación de estar en un entorno altamente estresante ante el que poco podemos hacer por lo que no nos planteamos poner límites y así nos mantenemos en una rueda constante.

Como señala Rafael San Román, psicólogo experto en ifeel: «Los responsables de recursos humanos prestan cada vez más atención a fenómenos de este tipo, conscientes de sus implicaciones respecto a la prevención de riesgos psicosociales en las empresas. Multitarea, estrés, falta de atención, sobrecarga, son aspectos que afectan seriamente al rendimiento laboral, la motivación y el clima laboral, y pueden dar lugar, entre otros factores, a cuadros de burnout en ciertos trabajadores especialmente vulnerables».

Llenarnos de actividades -y ejecutarlas más o menos bien- es un medio para sentirnos suficientemente estimulados: estar ocupados es estresante pero también gratificante, ahuyenta el aburrimiento, aporta sensación de actividad, vitalidad y eficacia. Muchas personas encuentran en su trabajo, en sus hobbies y en su vida social, un mecanismo para sentir que son eficaces y que sus vidas son útiles al estar llenas de cosas y actividades. Les da un sentido.

Proteger nuestra autoestima, autoconcepto y la autoimagen, que forman parte de nuestra identidad, es imprescindible. No obstante, vincular esa protección únicamente a lo que ocurre fuera de nosotros y a nuestra actividad no es del todo saludable, sino algo que tarde o temprano puede acabar volviéndose en nuestra contra.

Mecanismo de defensa

Se puede entender el síndrome de la vida ocupada como un mecanismo de defensa ante diferentes circunstancias de nuestra vida, es decir, como una estrategia para afrontar esas circunstancias y adaptarnos a ellas, aunque tenga un alto coste a nivel de bienestar psicológico.

La soledad física, el silencio, la inactividad…pueden resultar muy amenazantes para nuestro equilibrio psicológico, especialmente cuando no nos hemos familiarizado con esas situaciones. De hecho, muchas personas las experimentan como algo desagradable ya que cuando los “ruidos” exteriores se detienen, afloran pensamientos, conflictos o sensaciones con los que no estamos del todo cómodos y nos surge la necesidad de huir de ellos.

Al fin y al cabo, mantenernos intensamente ocupados suele ser muy útil para no tener que conectar con asuntos de nuestra vida que nos desagradan o que requieren de un esfuerzo emocional extra. Tener mecanismos para regular nuestro malestar psicológico es saludable, a no ser que los llevemos al extremo y acabemos extenuados o desconectados de nosotros mismos y no siempre haciendo diana en el verdadero motivo de nuestro malestar.