Tribuna

Insuficiencia cardiaca: una patología crónica infravalorada

Es la principal causa de hospitalización en pacientes de más de 65 años. Su coste se cifra en 2.500 millones de euros al año, lo que supone el 3,8% del gasto sanitario

Hablar de insuficiencia cardiaca (IC) es hablar de una de las grandes epidemias del siglo XXI y de la más infravalorada. Se trata del problema cardiovascular más relevante –muchas de las enfermedades cardiovasculares derivan con frecuencia en una IC–, y que causa más mortalidad, superando al infarto de miocardio.

La IC es una enfermedad crónica y degenerativa, que incapacita al corazón para bombear la sangre suficiente, de forma que no se pueden cubrir las necesidades de otros órganos. En España, afecta a más de 770.000 personas y su prevalencia es más alta que la de los países de nuestro entorno, según datos del estudio Pathways-HF. Concretamente, se estima que la padece entre el 4,7 y el 6,8% de las personas mayores de 45 años.

Lamentablemente, al tratarse de una enfermedad con un elevado impacto sanitario y económico, no se le da la importancia que tiene. Sin embargo, no se la debe infravalorar, pues se considera la principal causa de hospitalización en pacientes de más de 65 años, así como de reingresos hospitalarios no programados. Y su coste estimado se cifra en torno a los 2.500 millones de euros anuales, lo que supone el 3,8% del gasto sanitario total.

De hecho, la tasa de ingresos por esta patología ha aumentado significativamente en los últimos años en nuestro país, según datos del estudio Recalcar de la Sociedad Española de Cardiología. Dado que este incremento se acentúa en los grupos poblacionales de mayor edad, se prevé que los ingresos por IC continúen incrementándose en los próximos años, con la consiguiente sobrecarga asistencial y económica para el sistema de salud.

La OMS estima que, en 2019, fallecieron por esta causa 17,9 millones de personas en todo el mundo. En España, la mortalidad al año del diagnóstico se sitúa en torno al 20%, y entre el 40 y el 50% a los cincos años, según el mismo estudio Recalcar. Esto, dicho de otra manera, implica que uno de cada dos pacientes diagnosticados de insuficiencia cardiaca habrá fallecido a los cinco años de su diagnóstico. Con estos datos, puede concluirse que la IC es más mortal que los cánceres más frecuentes.

A pesar de la gravedad, el riesgo de sufrir insuficiencia cardiaca se puede reducir sustancialmente adoptando hábitos de vida saludables y tratando los factores de riesgo cardiovascular.

La IC se puede prevenir con hábitos como alimentarse de forma equilibrada, realizar ejercicio, evitar la obesidad, no consumir tabaco ni alcohol, así como controlar la hipertensión, que es el factor de riesgo más importante para esta enfermedad. Por ello, urge desarrollar estrategias de prevención de factores de riesgo cardiovascular y de promoción de hábitos de vida saludables, tanto a nivel nacional como autonómico, que evidencien una mejora sobre indicadores básicos para los pacientes con esta patología.

Que en los últimos años no se haya producido un impulso significativo de políticas públicas que prioricen la insuficiencia cardiaca como un problema de primer orden en España, nos ha llevado a impulsar el manifiesto «Objetivo 2025: Insuficiencia Cardiaca». Las sociedades firmantes y las entidades adheridas reclaman dotar a la IC de una consideración relevante y diferenciada, tanto en la estrategia en salud cardiovascular del SNS como en los planes o estrategias autonómicas a desarrollar tras la publicación de esta estrategia nacional.

Los profesionales sanitarios de las diferentes especialidades implicadas en el abordaje de la IC coincidimos en que hay que mejorar e incrementar la coordinación entre niveles asistenciales si queremos garantizar un óptimo abordaje de esta patología. Esto requeriría la definición y el establecimiento de unos criterios o vías rápidas de derivación entre atención primaria y especialidades como Cardiología, Medicina Interna, Nefrología y urgencias. Existen evidencias claras del impacto de la atención multidisciplinar sobre la reducción de la mortalidad, el descenso de la tasa de reingreso hospitalario, así como el acortamiento de las estancias en el hospital en pacientes afectados por IC.

A su vez, protocolos de actuación y atención al paciente, elaborados de forma consensuada entre todas las especialidades y la atención primaria, servirían como aliados indiscutibles para garantizar la continuidad asistencial y una atención de calidad coordinada. Pues la atención y el manejo de la persona con insuficiencia cardiaca ha de ser como paciente crónico, ampliando el foco hasta el seguimiento integral tras la hospitalización, sin quedarnos solo en la etapa de sospecha del diagnóstico.

Por su parte, la disnea y el edema son los síntomas más frecuentes de la IC. Ante alguno de ellos, es aconsejable acudir al cardiólogo para estudiar qué los produce y prescribir el tratamiento ágilmente. Afortunadamente, existen tratamientos efectivos para esta enfermedad, pero necesitamos que se apueste por un tratamiento integral y combinado, ya que solo de esta forma se podrá mejorar la calidad de vida de los pacientes y disminuir el gasto.

Sin duda, el diseño y la implementación de campañas públicas que sirvan como concienciación y sensibilización en torno a esta enfermedad es clave en todo este contexto. La sociedad aún parece no ser consciente del fuerte impacto de la insuficiencia cardiaca en nuestro país, y la articulación de estas medidas podrían favorecer y garantizar incuestionablemente el control de todas las personas sobre su salud.