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Opinión

Alergia malévola

Uno de cada tres ciudadanos es avisado por los galenos de que vuelva al búnker, a las ventanas cerradas y a las pastillas

La rinitis alérgica es el síntoma más frecuente por el volumen de pacientes afectados, ya que motiva el 52,5% de los casos de consulta larazon

Y ahora, después de un invierno crudo y lluvioso hasta la negrura; ahora que podríamos secarnos y disfrutar la luz del campo, las terrazas arboladas y el sol tempranero, viene la malévola rinitis primaveral con sus estornudos, sus ojos llorosos, su taponamiento de napia, su ahogo, su dolor de cabeza y su malestar integral.

Ahora uno de cada tres ciudadanos es avisado por los galenos de que vuelva al búnker, a las ventanas cerradas, a las pastillas tediosas, a la oscuridad. Vamos de penuria en penuria, cada vez más supervivientes también en estos mundos desarrolladísimos. Porque a los mundos ricos les sobran los contaminantes de los muchos motores, algo que multiplica casi por treinta la capacidad alergénica del polen, y que hace que estas enfermedades sean más frecuentes en los habitantes de las ciudades que en los de las aldeas, a pesar de que haya mucho más polen en el mundo rural.

Otra de las teorías del aumento dramático de las alergias es que la mayor higiene, los antibióticos y otros fármacos nos llevan a que estemos expuestos a menos gérmenes e infecciones en la infancia, lo que hace que disminuya la diversidad de microorganismos que viven en nuestros cuerpos, algo que afectaría al desarrollo de nuestro sistema inmunitario.

Asimismo, el pasar tanto tiempo dentro de las casas favorece la exposición a ácaros del polvo y otros alérgenos. La contaminación del aire, incluido el perverso aire acondicionado, empeoran la rinitis y el asma.

Las partículas de ozono se adhieren a los pólenes, produciendo proteínas de estrés altamente alérgicas… Y para qué seguir; que nos estamos cargando la salud, vamos; que la vida esta de a «toda máquina» nos está asfixiando poco a poco; que vivimos contaminados de enfermedades y mentiras; que, entre los poderosos trastornados, los altavoces amenazantes y los artefactos chirriantes, vivimos en un apagón mental persistente abocado al pastillazo.

Cada vez admiro más la heroicidad de tantos que, a pesar de todo, se levantan y van a trabajar todos los días. Y que a veces, todavía regalan sonrisas.